domingo, 30 de agosto de 2009

Bandoleros sociales

Jinetes rebeldes, los bandoleros sociales y su santificación en el panteón de los justos

Los Robin Hood gauchos, según la mirada del escritor Hugo Chumbita


"En el interior del país la gente más humilde tiene sus propios santos benefactores, entre los cuales sobresalen como categoría bien definida los bandidos gauchos: las figuras más características son José Dolores, Francisco Cubillos y Bairoletto en Cuyo; Antonio Gil, el Lega Álvarez, Aparicio Altamirano en Corrientes; Mariano Córdoba y Bazán Frías en Tucumán. Estos personajes históricos merecieron en vida admiración como 'justos'. Se dice que robaban a los ricos para ayudar a los pobres. Murieron de forma trágica a manos de la autoridad". Esas palabras fueron escritas en la revista Todo es Historia por el abogado, escritor, historiador y profesor pampeano Hugo Chumbita. Y el viernes, expuso un poco de todo ese panteón gaucho en una charla en el Coliseo Podestá, en el marco del ciclo de charlas y debates del club Estudiantes de La Plata, donde presentó su libro Jinetes rebeldes. Historia del bandolerismo social en Argentina.


BANDIDOS. "Los bandoleros sociales son héroes que el pueblo considera como su vengador, que sólo roba a los ricos y da a los pobres y expresan la rabia inarticulada de los campesinos pobres ante el capitalismo. Es un ser solidario con una comunidad campesina", explicó Chumbita al auditorio.

El autor llegó a ese concepto a través de un trabajo publicado por Eric Hobsbawm en 1968, la época en la que Chumbita escribió sobre Bairoletto, el bandido de La Pampa de los inicios del siglo XX, y que le dio el marco ideológico con el construyó su libro.

La charla fue desde Bairoletto, a Artigas (un bandido contrabandista devenido en prócer de la revolución de la independencia Uruguaya), pasando por las huestes federales de Facundo Quiroga, el Chacho Peñaloza y Felipe Varela, y santos paganos como Mate Cosido, Santos Guayana y Martina Chapanay.

–¿Cómo se produce la supervivencia del mito? –preguntó el coordinador de la charla.

–Creo que el hombre, la persona humana, tiene esa necesidad de trascendencia. Este es un tema que tiene una enorme significación, que es que la gente expresa en esos cultos a los buenos bandidos. En vida, el bandolero gratificó a los pobres del campo, porque les hace saber que se hacen valer.

Dentro de la santificación de los bandoleros hay algo más profundo que es el significado que tiene la religión. Y todos los que estudiaron la religión, ven allí lo social. Dentro de este fenómeno puede verse una tendencia a dar vuelta el orden de los opresores, una tendencia netamente subversiva. La santificación de los bandidos rurales –y otros como San la Muerte y Gilda, pasando por el gauchito Gil, que sin dudas fue un bandolero social–, aunque se los unifique a la religión católica, como fenómeno colectivo, es una forma subvertir los significados en los que se sienten oprimidos por el Estado.


FEDERALES. "El Chacho Peñaloza era fiero en la pelea, pero bondadoso con su gente. El cariño en La Rioja todavía es permanente. Y así como Felipe Varela es sucesor del Chacho, éste lo es de Quiroga", explicó Chumbita, quien en su libro explora a los héroes federales y sus gauchos, muchos de ellos bandidos rurales. En el texto, el escritor se mete con Quiroga como una respuesta a la lectura europeizante de Sarmiento en su Facundo.

Pero, como ejemplo, vale la historia de Felipe Varela.

–Felipe Varela es un hombre que tiene un horizonte político importante como fundador dentro de la línea federal, de la unión Americana. En ese movimiento que se crea, alrededor de 1850 en adelante, hay un revivir de las ideas bolivarianas. Y Varela lo plasmó en su famoso manifiesto dictado en la cordillera, en esa quijotesca campaña enviada a frenar la guerra criminal en el Paraguay. Sorprende esta visión tan temprana, en un hombre como Varela que era un gaucho, que no era un bandido, pero eran jefes de gauchos y que contaban entre sus filas con bandidos rurales. Santos Guayana y Martina Chapanay son dos bandoleros que contó entre sus filas. Porque San Juan tuvo a Sarmiento, pero también a Guayama y Chapanay, que fueron empujados a la vida de bandidos y cuatreros.


BAIROLETTO. "Ese es el más claro ejemplo del que roba a los ricos para dar a los pobres", contó Chumbita sobre el final de la charla. Sobre el mitológico bandido de La Pampa, fue el primer trabajo del escritor que empezó en 1968 como un folletín en el diario La Arena, de Santa Rosa, y que en 1974 se transformó en el libro "Bairoletto: prontuario y leyenda".

"El caso que investigué más a fondo es el de él. En los expedientes policiales y judiciales, aunque escritos con el ánimo de perjudicarlo, encontré evidencia de que era solidario con la gente del campo. Muchas veces la policía recuperaba lo robado recorriendo los ranchos de los paisanos donde él lo había dejado. He encontrado datos sorprendentes. Se cuenta que visitaba un rancho del monte donde vivía una familia que lo refugiaba. Un día, él pasa por otro rancho y deja un caballo robado, y el dueño se da cuenta y le pregunta. Y él le dice: 'voy a llevar este caballo a una gente que vive en el monte porque los chicos no tienen para ir a la escuela y van a pie", contó.

"Esos gestos no son los de un delincuente común, de un hombre egoísta. Y en todos los testigos que encontré –porque cuando escribí el libro vivían los partícipes de esta historia– encontré el cariño de la gente que lo conoció. No cualquiera consigue que lo quieran así", remarcó Chumbita.

Hay muchos bandidos que la gente considera malos, pero hay algunos que rescatan como héroes. Se convierten en representantes de la protesta social y entroncan con expresiones sociales que llegan a los lugares donde actuaron los bandoleros sociales: el campo. Así como Martina se suma a los federales, Mate Cosido se acercó a los anarquistas.

De esto va el libro Jinetes Rurales... que presentó Chumbita: una zambullida a las sombras de la historia, la de los héroes de los pobres del país.

sábado, 22 de agosto de 2009

Arte y pedido de justicia por el crimen de Sandra

(Foto: Eva Cabrera)

La madre de Sandra Ayala Gamboa, la joven peruana violada y asesinada en febrero de 2007 en una casona perteneciente a ARBA (ex Rentas), acompañados por organizaciones feministas y sociales, realizaron ayer una una jornada cultural y artística en reclamo de Justicia, al cumplirse dos años y medio del homicidio. Pidieron el esclarecimiento del hecho y apuntaron a la justicia. Por la mañana, un grupo de mujeres escrachó en su oficina al fiscal Tomás Morán, que tiene a su cargo la causa.

La jornada se extendió desde las 11 hasta las 16, frente a las oficinas de Arba, en 7 entre 45 y 46. Los manifestantes cortaron la vía descendente de la avenida, donde inprovisaron un escenario por el que desfilaron cerca de una decena de bandas musicales.

Frente a la casona donde fue hallada muerta Sandra Ayala Gamboa, ubicada a mitad de cuadra, artistas plásticos realizaron un mural, recordando a la joven.

Además, denunciaron que la causa está “paralizada” y que la investigación “no avanza”, señaló Yamila Balbuena, integrante de la Asamblea por Sandra, convocante de la actividad.

También denunciarion que “la Justicia de la mano del fiscal Tomás Morán de la UFI N° 2 y las autoridades responsables del Ministerio de Economía continúan obstaculizando el esclarecimiento del caso”.

Durante el día de ayer, las oficinas de ARBA permanecieron cerradas. Un cartel en la puerta pedía disculpas y anunciaba que la medida se tomaba por “seguridad”.


INTIMACIÓN. La convocatoria a la actividad fue realizada con volantes que imitaban una notificación de regularización impositiva (intimación) de ARBA y que fueron repartidos casa por casa. En ese panfleto, explicaban quien era Sandra y convocaban a la jornada de ayer. El detalle: la firma era la de Santiago Montoya.

STENCIL. Como parte de las actividades, los manifestantes pintaron los pasos que realizó Sandra desde la pensión donde vivía (en 6 y 44) hasta la casa donde la violaron y asesinaron.

SANDRA
. Sandra Ayala Gamboa llegó desde Ancón, Perú, a La Plata, el 28 de Octubre de 2006, para estudiar Enfermería y Medicina.
A las 14 del viernes 16 de febrero de 2007, acompañada por Walter Silva de la Cruz, fue al ex Archivo del Ministerio de Economía (hoy ARBA) para una supuesta entrevista de trabajo.
Sandra ya no regresó a la pensión. Ycuando su novio fue a la comisaría Primera para denunciar su desaparición, no se la tomaron.

Seis días después, el cuerpo de la joven fue encontrado en el edificio en reparación de ARBA. La habían violado y asesinado.

Su madre, Nélida Gamboa Guillén viajó desde Perú para buscar a su hija. Todavía vive en La Plata. Pero ahora busca al asesino y reclama Justicia. Todavía no hay ningún culpable del homicidio.


ESCRACHE
. A las 12.30 de ayer, militantes feministas escracharon al fiscal Tomás Moran y lo acusaron de negligente.
Las manifestantes, ataviadas con pañuelos violeta, burlaron la seguridad de las fiscalías de 7 entre 56 y 57, repartieron volantes y pegaron afiches en el interior del edificio.
Las manifestantes, ataviadas con pañuelos violeta, burlaron la seguridad de las fiscalías de 7 entre 56 y 57, repartieron volantes y pegaron afiches en el interior del edificio.

martes, 18 de agosto de 2009

Entrevista a Rosa Bru

"Es más fácil bajar la imputabilidad que hacernos cargo de que estamos fallando"

A 16 años de la desaparición de Miguel, realizan una vigilia en la comisaría Novena

(Fotos: Julieta De Marziani)

¿Dónde está Miguel? La pregunta todavía retumba en la sociedad platense. Y sigue sin respuesta. Al cumplirse 16 años de la desaparición del estudiante de periodismo de 23 años, Miguel Bru –torturado hasta la muerte y desaparecido por policías de la comisaría Novena de La Plata en 1993–, su mamá Rosa Schonfeld de Bru, familiares y amigos realizarán hoy una vigilia frente a esa seccional para reclamar la aparición de su cuerpo. Comenzará a las 19 y se extenderá hasta la 1 de mañana, frente a la comisaría Novena, ubicada en 5 y 59, donde realizarán una serie de actividades (ver aparte).

En diálogo con Diagonales, Rosa recordó la búsqueda de su hijo y la fundación de la Asociación que lleva el nombre del estudiante desaparecido y con la que patrocinan a familias que han sido víctimas de asesinatos cometidos por policías. También apuntó a su trabajo con las nuevas víctimas: “Hoy sigue pasando”.

Miguel Bru estudiaba en la Escuela de Periodismo (hoy facultad) de la UNLP; cantaba en la banda de rock Chempes 69, y, sobre todo, adoraba a sus dos perros que lo acompañaban a todos lados, incluso a cursar. Ese 17 de agosto había ido a cuidar la casa de unos amigos en un campo camino a Magdalena. Nunca volvió. Sólo encontraron ropas y su bicicleta en la costa del río.

Cuando comenzaron a buscar a Miguel, Rosa no vinculaba la desaparición con la Policía. Lo primero que hizo fue hacer la denuncia.

–¿Cómo conecta la desaparición con la Policía?

–Los que hacen la conexión con la Policía son sus amigos. Ellos relacionan lo que venía ocurriendo en la casa: que había ido la policía, que Miguel los había denunciado por ese allanamiento ilegal, que lo hostigaban, que lo habían seguido.

–¿Cómo la acompañaron los amigos de Miguel?

–El rol más importante fue el de los compañeros de Miguel, los estudiantes de periodismo. Nosotros somos una familia común, que no teníamos militancia política y siempre nos preguntamos qué hubiera pasado si los amigos de Miguel no lo hubieran querido tanto.

También el periodismo jugó un rol clave: dos compañeros de facultad de Miguel publicaron la desaparición, y apuntaron a la policía en el diario Página/12.

Con el tiempo, empezaron a llegar los anónimos a la casa de los Bru y Rosa. Uno de ellos era de Celia Jiménez, hermana de Horacio Suazo, un detenido que había visto cómo torturaban a Miguel. “A tu hijo no lo querían matar, pero se les fue de palos. Ahora puedo contarlo porque mataron a mi hermano”, reveló Jiménez. Como Suazo, Mauro Martínez, testigo clave en el juicio, murió baleado por la policía y su crimen aún se investiga.


DESAPARECIDO. Miguel fue víctima de una Policía y una Justicia cómplice que funcionaba en democracia como en la dictadura. El primer juez en investigar el caso fue Amilcar Vara. A los dos años fue denunciado por la comisión por la aparición de Miguel Bru y separado de la causa. En 1996 fue destituido en un Jury, por irregularidades en 27 causas en las que estaba involucrados policías.

La investigación siguió a cargo del juez Ricardo Selagowski y en mayo de 1999 llegó el juicio. El testimonio de los detenidos que habían estado esa noche en la comisaría fueron clave. También el libro donde de guardia, donde el nombre de Miguel había sido borrado.

Los policías Justo José López y Walter Abrigo fueron condenados a prisión perpetua. El comisario Luis Ojeda y el suboficial Ramón Ceressetto (que fraguó el libro de guardia) fueron condenados a dos años de prisión de cumplimiento efectivo.

“Abrigo murió preso. López está en Sierra Chica. Ceressetto y Ojeda están libres. Sólo cumplieron con la sociedad. Pero sabían lo que pasaba en la comisaría. Nadie puede ignorar lo que pasaba ahí. Los que estuvieron sabían lo que pasaba. Nosotros denunciamos también al subcomisario Carmelo Forte, al oficial Ernesto Carrizo y los suboficiales Omar Visiconte y Julio Gómez Sánchez hijo. Pero eso quedó en la nada porque la fiscal entendió que no había vinculación. Todos siguieron prestando servicio, ascendieron, y nosotros hace 16 años que nos hacemos la misma pregunta: ¿Dónde está Miguel?”, dijo Rosa.


LA EXPERIENCIA. “Cuando todo esto empezó desconocía todo”, cuenta Rosa Bru que hoy está al frente de la Asociación Miguel Bru (ver aparte), que patrocina a los familiares de Daniel Migone, Maximiliano Días Subils, Darián Barzabal y Cristian Domínguez, asesinados por la policía en La Plata y Berisso. También otros casos de Isla Maciel y Lomas de Zamora.

–Con todos estos años de experiencia a cuestas ¿Cómo ve hoy la situación?

–Es diferente ahora a que cuando desapareció Miguel. Por ejemplo está el caso de Luciano Arruga (desaparecido en Lomas del Mirador). Es diferente porque la sociedad está pidiendo más seguridad. Cuando pasó lo de Arruga había pasado lo del florista de Susana Giménez. Cuando los familiares fueron a escarchar la comisaría ningún medio tomó la noticia.

–¿Lo que pasaba cuando toda su búsqueda empezó sigue ocurriendo?

–Hoy sigue pasando. Siguen secuestrando, habiendo robos en los que está involucrada la policía, y eso ahora no se dice.

–¿Cómo es hacer lo que hace la Asociación hoy?

–Por ahí te sentís, como los otros organismos de Derechos Humanos, que remás contra la corriente: cuando todos piden mano dura o bajar la imputabilidad, vos decís que hay que rescatar a los chicos y darle un plato de comida. Si creemos que un chico de 14 ó 15 ya no sirve, estamos muy mal. Son pibes que están en situación muy vulnerable. Hay que preguntarnos por qué los chicos se van de la casa, pero es más fácil pedir bajar la imputabilidad que hacernos cargo de que estamos fallando.

–¿Cambió la sociedad?

–Creo que antes había más reparo. Hoy algunos dicen: “hay que matarlos a todos”. No entiendo. Los chicos son una generación ¿Quieren hacer como la dictadura? No entiendo. Creo que el Estado está medio ausente. Necesitamos hacer algo que hoy quizá no se vea, porque es un cambio a futuro.


Un camino doloroso

Opinión de Jorge Jaunarena*

Miguel tenía 23 años, estudiaba periodismo en la Universidad de la Plata, apasionado de los animales y amante de la libertad, le gustaba mucho la música, tocar con su banda de rock, hacer amigos, ir a ver a Boca, jugar a la pelota, ir a las marchas, algunas materias de la facu, almorzar los domingos en familia...

Desde su desaparición, aquel 17 de agosto de 1993, sus familiares, amigos y compañeros comenzamos una lucha que sigue vigente hasta hoy. Este largo, difícil y doloroso camino, que es la búsqueda de verdad y justicia, fue recorrido con el apoyo incondicional de toda la comunidad universitaria, familiares de otras victimas, amigas y amigos. En este marco, en el año 2002 se creó la Asociación Miguel Bru, que desde su inicio y hasta la hoy trabaja en la continua defensa de los derechos humanos de las personas.

Luego de muchísimas marchas realizadas en reclamo de justicia, se sigue acompañando la causa, combatiendo el gatillo fácil y el encubrimiento policial y judicial. Luego de más de 50 rastrillajes o búsquedas con resultado negativo seguimos preguntando donde está y continuamos exigiendo una respuesta. En palabras de su mamá Rosa:"tener un lugar donde poder llevarle flores".

Hoy después de 16 años, el cuerpo de Miguel sigue sin aparecer. Continuamos exigiendo la aparición de nuestro compañero, torturado, asesinado y desparecido por personal de la Comisaría 9na de La Plata, además reclamamos el procesamiento penal del ex juez Amílcar Vara, destituido en un jury político en 1996 en el cual se le comprobó que encubrió a policías asesinos en 26 causas distintas, y también la investigación a los policías que estuvieron presentes en la Comisaría 9na. la noche del crimen.

Los invitamos a participar de la vigilia que realizará la Asociación Miguel Bru frente a la Comisaría Novena, conmemoración simbólica que se realiza todos los años para reclamar la aparición del cuerpo del estudiante de periodismo, preguntando: ¿Dónde Está Miguel? Y exigiendo: Juicio y castigo a todos los responsables.

*Compañero de facultad de Miguel

domingo, 16 de agosto de 2009

Feminicidios y sabor a injusticia en Cipoletti

En siete años fueron asesinadas diez mujeres. En ningún caso identificaron a los autores

Aunque en nada se parece a Ciudad de Juárez, tristemente famosa por las miles de mujeres asesinadas en sus calles polvorientas, en medio del desierto mexicano, Cipoletti también logró su fama por los crímenes de mujeres: con sólo cinco años de diferencia, en esa localidad ubicada en el nacimiento del Río Negro, se produjeron dos triples femicidios, un concepto creado por el movimiento feminista para definir los asesinatos causados por la violencia sexista. Y hubo cuatro muertes más.

Las hermanas María Emilia y Paula González, y Verónica Villar, de 24, 16 y 23 años, fueron violadas y asesinadas a disparos un domingo de noviembre de 1997 cuando paseaban. Por ese hecho fue detenido Claudio Kielmasz y la justicia rionegrina lo condenó a prisión perpetua por secuestro seguido de muerte, pero nunca le pudieron probar los homicidios.

En marzo de 2002, la tragedia se repitió: en un consultorio de análisis clínicos fueron ultimadas la psicóloga Carmen Marcovecchio (39), una paciente suya, Alejandra Carbajales (37) y la bioquímica Mónica García (30). Las ataron, las acuchillaron y las rociaron con ácido. Por este segundo ataque fue condenado a perpetua David Sandoval, considerado coautor del crimen.

En los dos casos, los detenidos no actuaron solos. Así lo creen la justicia y las familias de las víctimas. Los otros asesinos están sueltos. Y aún persiste en Cipoletti el temor que causa la impunidad.


EL PRINCIPIO DE LA HISTORIA. La tarde del 9 de noviembre de 1997 casi no soplaba el viento. Era una linda tarde en el Alto Valle patagónico y María Emilia González, estudiante de maestra jardinera, invitó a Paula, su hermana de 17 años, a caminar. El papá les prestó el Ford Falcon para que pasaran a buscar a su amiga, Verónica Villar, una estudiante de Agronomía.

Las jóvenes fueron hasta el barrio Magister, a la casa de Alejandra, otra amiga, para invitarla. Pero no estaba. Dejaron el auto ahí, tomaron por la calle San Luis y enfilaron hacia un circuito aeróbico que utilizan los vecinos para caminar. Alguien las vio cuando pasaron por la Circunvalación. Después, desaparecieron.

Esa misma noche los padres de las tres chicas empezaron una búsqueda desesperada. Nadie sabía donde estaban.

Las tres mujeres fueron encontradas el 11 de noviembre. Toda la comunidad se involucró en la búsqueda.

No las encontró la Policía rionegrina. Fue Ámbar, la perra manto negro de Dante Caballero, un vecino, que las halló a las 9.30 del martes, a unos cuatro kilómetros del pueblo.

La perra encontró a Verónica Villar. Tenía las manos atadas con los cordones de sus zapatillas y estaba amordazada con un pañuelo. Cerca de ella estaban sus amigas, semienterradas en Los Olivillos, una arboleda de frutales, a unos 200 metros de la calle por la que habían caminado.

Verónica fue asesinada con un corte en la garganta y a golpes. María Emilia tenía un tiro en la cabeza a la altura del oído. Paula Micaela dos: uno en el centro de la espalda y otro en la cabeza. Las hermanas también estaban atadas y amordazadas.

Más tarde, los estudios forenses determinaron que habían sido previamente violadas. Los peritos descubrieron, además, que el lugar del hallazgo, no fue el del crimen: a las tres mujeres las mataron y luego las arrojaron en Los Olivillos.


PUEBLADA. Apenas se supo del crimen, los negocios de Cipoletti cerraron. El Municipio declaró asueto. No hubo actividad en la facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad Nacional del Comahue, ni clases en las escuelas primarias y secundarias. Esa misma tarde una multitud pidió justicia en las calles de la ciudad.

El 12 de noviembre, 25.000 personas fueron al entierro. Domingo a domingo, los cipoleños marcharon. Al año, 35.000 personas caminaron por la ciudad, y un grupo apedreó la comisaría Primera.

La reacción popular tuvo un porqué. El juez Pablo Iribarren quiso resolver el caso rápidamente, pero lo único que hicieron los policías que colaboraron en la investigación fue detener al elenco estable de delincuentes de la zona, que rápidamente fueron liberados. Esos efectivos fueron luego echados de la fuerza.

Al año del crimen estaban detenidos dos imputados. Claudio Kielmasz, se entregó solo: aportó el arma con que habían matado a las chicas. Pasó de testigo a imputado. También arrestaron a Guillermo González Pino, un vendedor de autos.

Al primero la justicia lo condenó a prisión perpetua. A González Pino, a 18 años, pero después fue absuelto por falta de pruebas.


REPUDIO Y DOLOR. "El encubrimiento político, policial y judicial está latente. Es el emergente de este caso", dijo Ofelia Mosconi de Villar, mamá de Verónica, al cumplirse once años del crimen.

Los familiares de las víctimas están convencidos de que el crimen no pudo haberlo cometido un solo hombre. Creen que hay asesinos sueltos.

"No se esclarece por esta complicidad", aseguró la mujer. Esa complicidad es la que garantizó la impunidad en ese primer triple crimen.

"Estamos viviendo un alto grado de terror. Además de fobias, padecemos tensión y angustia. Estamos durmiendo con el enemigo", dijo una vecina de Cipoletti al diario Río Negro durante una marcha por justicia, al describir lo que viven los habitantes de esa ciudad después del segundo triple crimen (ver aparte).


Ataque sangriento en un laboratorio

Parecía imposible. Pero en marzo de 2002, el femicidio se repitió. Esta segunda vez el triple crimen de mujeres fue en un laboratorio y las víctimas fueron la bioquímica Mónica García, la psiquiatra Carmen Marcovecchio y la paciente Alejandra Carbajales. Ketty Bilbao, otra paciente de 71, sobrevivió al ataque. Las tres fueron asesinadas a puñaladas y el matador las roció con ácido acético. David Sandoval, fue detenido, absuelto en un primer juicio y condenado a perpetua como "coautor" en un segundo debate. Por ese femicidio también hay asesinos sueltos.

A las 20 del 23 de mayo, un joven de entre 20 y 30 años entró al laboratorio "Lacyb", ubicado en 25 de Mayo y Roca, en pleno centro de Cipoletti y cerró las puertas con llave.

Ese hombre ató a las cuatro mujeres que había en el lugar. Las apuñaló y asesinó a tres de sus víctimas de 60 puñaladas. Además, disparó contra una de ellas y las roció con ácido que encontró en el lugar.

Carbajales fue degollada y murió en el acto; García recibió cuatro puñaladas y quemaduras en la cara. Falleció en un hospital. Marcovecchio recibió diez cuchilladas y murió instantes más tarde.

Bilbao, la sobreviviente, fue herida a balazos, golpeada y lastimada con ácido.

Cipoletti volvió a conmocionarse. Poco después fue detenido David "El loco" Sandoval, un lavacoches que en 1992, cuando tenía 16 años, había permanecido alojado en un instituto de menores por robos reiterados. Además, su nombre figuraba en el registro de los pacientes que atendía Marcovecchio en un consultorio.

Fue juzgado por los crímenes y en 2004 lo absolvieron por falta de pruebas. Pero el Superior Tribunal de Justicia, debido a las contradicciones en las pericias, anuló ese fallo y en otro juicio, en 2007, lo condenaron a prisión perpetua como partícipe necesario del triple crimen. Luego sumó otra causa por la violación de un menor.



domingo, 9 de agosto de 2009

Ronnie Biggs, el cerebro del “robo del siglo”

Con su banda asaltó un tren y huyó con más de U$S 65 millones. Hoy espera el final


Rápido, certero y millonario. Esas tres cualidades reunió el asalto al tren postal que llevaba dinero bancario de Londres a Glasgow, en Gran Bretaña. Hace exactamente 46 años, el 8 de agosto de 1963, 15 hombres detuvieron el convoy, desengancharon la locomotora y se llevaron 120 bolsas con 2.631.784 libras esterlinas, el equivalente actual a 67,5 millones de dólares. Casi toda la banda cayó en poco tiempo, entre ellos, Ronald "Ronnie" Biggs, el "cerebro" del plan. Pero ese robo fue sólo el inicio de su leyenda: se fugó de la cárcel saltando desde un paredón hacia un camión. Vivió prófugo. Se cambió la cara con cirugía estética y vivió en Brasil hasta sus 72 años, cuando, gravemente enfermo, se entregó y fue encerrado en Inglaterra. El viernes, el gobierno británico lo indultó porque está al borde de la muerte (ver aparte). Ayer, en su cumpleaños número 80, Biggs no pudo cumplir su último deseo: "Entrar en un pub de Margate, como un inglés, y pedir una pinta".

EL ROBO DEL SIGLO. Eran las 0.10 del 8 de agosto de 1963. Un camión y una camioneta cargada con 15 hombres vestidos como militares salían de la granja de Leatherslade. Manejaron en silencio durante una hora, hasta alcanzar el puente de Bridego, a 65 kilómetros de Londres. Allí esperarían el tren postal de Londres. No llevaban armas. Eran ladrones, pero pacifistas.
Ronald Arthur Biggs estaba al mando de la banda. Esa noche de verano inglés estaba a punto de dar el golpe que había soñado desde 1949, cuando en la cárcel de Lewes, en Sussex -donde estaba encerrado por intentar robar un comercio y desertar del ejército-, un ex empleado del correo con el que compartía la celda le contó que los bancos transportaban su dinero en trenes que no tenían vigilancia. Habían pasado 14 años de esa charla. Al quedar libre, Biggs se mudó a Surrey, se casó y puso una carpintería. El sueño del gran golpe y la carrera del ladrón parecían haber quedado sepultados. Pero cuando nació su hijo Ronnie viajó a Londres para darle la noticia a su padre, y en el camino se cruzó con Bruce Reynolds, un ex preso que conocía de la cárcel de Wormmwood Scrubb. Compartieron unas cervezas y recordaron que los unía un sueño: robar el tren de la capital británica. Tres años más tarde Reynolds le ofreció a su amigo dirigir el golpe, para el que ya había reclutado a tres ex presos: Buster Edwards, Jim White y Roger Cordrey. La cabeza de la banda estaba formada. Luego buscaron más hombres y Gordon Goody los ubicó en la granja de Leatherslade, cerca del objetivo.

EL TREN. Como el 5 de agosto había sido feriado bancario, el vagón postal saldría de Glasgow, Escocia, lleno de dinero. Poco antes de partir hacia el punto de encuentro sobre el puente, un informante de Glasgow telefoneó a Goody y avisó: "El tren salió de Escocia con más de 100 bolsas". El tren cumplió con la puntualidad inglesa. A las 3.15 Roger Cordrey vio el tren desde su puesto en el semáforo ferroviario y avisó por handy: "Ya viene. Buena suerte", tapó la luz verde y activó la roja con una batería de auto. La formación frenó de golpe y se detuvo sobre la señal. Cuando el fogonero bajó a inspeccionar la señal, Tom Wisbey y Robert Welch lo maniataron. Charles Wilson subió a la locomotora y golpeó al maquinista. El tren ya estaba tomado. Buster Edwards y Roy James desengancharon la locomotora y el vagón del dinero y obligaron al maquinista a manejar hasta el puente Bridego. Habían demorado sólo 10 minutos. En el puente cargaron las 120 bolsas en el camión. En la habitación principal de la granja los hombres contaron el dinero: habían robado 2.631.784 libras esterlinas, en billetes chicos, el equivalente a 67.500.000 dólares. Habían cometido el mayor golpe de la historia.


LA CÁRCEL
. Tras el robo, los banqueros y la Realeza estallaron de furia. La
Policía prometió capturarlos y ofreció una fuerte recompensa para quien los delatara. Por día, Scotland Yard recibía 3.500 delaciones. Pero una no fue falsa, y en pocas semanas la banda fue cayendo. Y Biggs con ellos. La clave para detenerlos fueron las huellas halladas en un juego de Monopoly que habían olvidado en Letherslade. Unos meses más tarde, los 15 hombres fueron condenados a 18 y 30 años y arrojados a la cárcel. El dinero nunca apareció. Ninguno de los miembros de la banda rompió el pacto.

LA LEYENDA
. Lo que hizo a Ronnie Biggs legendario fue lo que ocurrió después: no estaba dispuesto a pasar la vida en prisión y tras permanecer 15 meses preso, escapó.
En julio de 1965, Ronnie sorteó algunos controles de la cárcel de Wandsworth y alcanzó una ventana, la rompió y se arrojó al vacío. Todos creyeron que se había suicidado, pero tenía todo planeado: abajo lo esperaba un camión sin techo, con una pila de colchones que amortiguaron la caída. Allí empezó su peregrinaje de prófugo: huyó a Francia, donde se hizo una cirugía estética y consiguió documentos falsos. Estuvo en Australia, y se cree que cruzó el océano Pacífico hacia Chile, pasó por Bolivia y creen que también por la Argentina. Terminó en Brasil, donde se juntó con una bailarina, tuvo un hijo y vivió hasta 2001. Las leyes brasileñas le dieron impunidad, porque impiden la extradición del padre de un niño nacido en ese país. Para mantenerse, hizo publicidad para una marca de alarmas, cantó para el grupo punk Sex Pistols en la canción No One Is Innocent (Nadie es inocente) y para los alemanes Die Toten Hosen. Derrotado por la enfermedad, Biggs volvió al Reino Unido. Hacía frío la mañana del 7 de junio de 2001, cuando el jefe de crímenes de Scotland Yard subió al avión que acababa de aterrizar y preguntó a un hombre escuálido: "¿Es usted Ronald Arthur Biggs?" Sin poder levantarse del asiento ni hablar, Biggs dijo sí con un movimiento de cabeza. Habían pasado 38 años del asalto al tren postal Glasgow-Londres y volvía a morir a su país.

A los 80 años y al borde de la muerte,
recuperó la libertad por “compasión”


Dos días antes del cumpleaños de Ronald "Ronnie" Biggs, el ministro británico de Justicia, Jack Straw, le concedió el jueves la libertad, por motivos de compasión por el precario estado de salud del detenido, que ayer cumplió 80 años. "Las pruebas médicas claramente muestran que el señor Biggs está muy enfermo y que su estado se ha deteriorado recientemente, lo que ha culminado en su reinternación en el hospital. No se espera que mejore su estado", explicó Straw. Y concluyó: "Por ese motivo, le concedo al señor Biggs una libertad compasiva basada en razones médicas". El 28 de julio pasado Biggs fue internado con una neumonía severa en un hospital cercano a la prisión de Norwich, en el este de Inglaterra, donde estaba alojado, y los médicos lo creen al borde de la muerte. El pasado 1 de julio, Straw le había negado la libertad porque no se arrepentía del robo, pero esta semana se apiadó del ladrón. Biggs quedó en libertad el viernes. El hijo del delincuente, Michael Biggs, celebró la decisión y dijo que esperaba que su padre "sobreviva lo suficiente para ver sus 80 años el sábado (por ayer)". El abogado de Biggs, Giovanni Di Stefano, dijo que su liberación no es una victoria. "Este hombre está enfermo, va a morir. No irá a ningún pub ni a Río, se quedará en el hospital". La explicación del cambio de opinión del Gobierno es clara para él: "Lo liberan porque se muere".

domingo, 2 de agosto de 2009

El “Gordo” Luis Valor: un especialista en golpes a blindados y bancos que no se retiró

Lideró una superbanda y se hizo famoso al fugarse. Pasó 16 años preso y volvió a caer

Sus primeros pasos en el delito fueron a principios de la década del setenta, cuando tenía 20 años y se dedicaba a robar autos. Cayó preso por eso en 1975 y pasó cuatro años en Olmos. En el '81 volvió a caer por asalto a mano armada y después de recuperar la libertad en 1984, Luis "El Gordo" Valor comenzó el camino que lo llevaría a convertirse en el líder de una superbanda y uno de los ladrones de bancos y camiones blindados más famoso del país. En 1992 lo detuvieron en Entre Ríos y en 1994 se huyó de Devoto disfrazado de médico. Ese escape quedó filmado y lo llevó a la fama. Volvió a caer y desde 2007 estaba libre por el "dos por uno". Esta semana, en una persecución hoollywoodiana, por quinta vez y a los 55 años, volvió tras las rejas (ver aparte).
A mediados de los '80, cuando la democracia recién había cumplido su primer año, Valor salió de la cárcel y se profesionalizó: se dedicó a asaltar bancos en golpes tipo comando, armado con ametralladoras y fusiles.
A la "superbanda" que lideraba se le atribuyen al menos treinta golpes a camiones blindados. Era una gran organización delictiva que estaba integrada por veinte ladrones estables y unos sesenta rotativos.
"No todos los robos los hicimos nosotros. No sé bien la cantidad, pero podría decir que hubo 25 hechos en San Isidro, 15 en Morón y 18 más en otros lugares. Si empezás a juntar debe haber más de cien hechos del 90 en adelante. Para atrás, hubo centenares. Empezamos a robar bancos y después nos metimos con los blindados. Hacíamos cinco por mes. A mí me endilgaron todos los robos", contó Valor al periodista Rodolfo Palacios en una entrevista.
En 1992 fue detenido en Entre Ríos cuando paseaba con su mujer. Pero su paso a la fama llegaría con el escape de Devoto.

LA FUGA. El 16 de septiembre de 1994 Luis Valor, su lugarteniente Hugo "la Garza" Sosa, Emilio Nielsen, Julio Pacheco y Carlos Paulillo se escaparon de la Unidad Penitenciaria Nº2 de Devoto, del Servicio Penitenciario Federal.
La fuga fue a plena luz del día. Todo comenzó adentro, cuando los cinco hombres sorprendieron al secretario del sector de hospital de la cárcel y a dos vigilantes, los desarmaron diciéndoles que el penal estaba tomado, que se fugaban y los encerraron en diferentes oficinas.
Luego se camuflaron con cuatro guardapolvos y las vestimentas de un guardiacárcel, y buscaron la salida. Disfrazados y con el camino allanado en el hospital, llegaron hasta la muralla externa, hicieron una soga de siete metros con sábanas y se descolgaron por la muralla de la puerta principal. Salieron a la calle Bermúdez, donde los esperaba un auto en el que huyeron.
El escape fue filmado por un vecino. La fuga lo hizo famoso y acrecentó su leyenda.
Valor estuvo 244 días prófugo, hasta que el jueves 18 de mayo de 1995, en una redada comandada por el célebre jerarca de la Maldita Policía, el comisario inspector Mario "Chorizo" Rodríguez, fue detenido.
Los policías anunciaron oficialmente que fue capturado en Morón. Valor jura que ese allanamiento fue en Mataderos, en la Capital Federal.

EL ÚLTIMO BLINDADO. Tres días después de la fuga, el 19 de septiembre del '94, una banda fuertemente armada intentó asaltar un camión de caudales en La Reja, en Moreno. Pero los delincuentes mataron al sargento de la Bonaerense Claudio Calabrese. También murieron dos ladrones.
Ese día un grupo de delincuentes vestidos como operarios de Vialidad, cortaron un carril del Acceso Oeste e intentaron asaltar el blindado 086 de la empresa Tab-Torres.
Pero se enfrentaron con efectivos de la Brigada de Investigaciones de La Matanza, que en ese entonces comandaba el "Chorizo" Rodríguez.
Valor aseguró que les endilgaron el ataque porque uno de los muertos era allegado suyo. Y porque ellos eran una banda "importante" y se habían escapado de la cárcel.
El 12 de noviembre de 1999, la Sala II de la Cámara Penal de San Martín le impuso 20 años de prisión por el asalto al camión de caudales.

LA CÁRCEL. El 14 de abril de 2003, la Sala I de la Cámara de Apelaciones de Morón condenó a Luís Valor a 24 años de prisión por los robos a bancos ocurridos entre 1991 y 1992. También fue condenado a siete años por la fuga de la cárcel de Devoto.
Tras esa condena permaneció preso hasta 2007, cuando la Sala I de la Cámara de Apelaciones de Morón ordenó excarcelarlo porque esas condenas no estaban firmes.
Según la ley del 2x1, ya había cumplido 29 años de condena.


Pasó la noche medicado y no declaró
por los dolores que le dejó el choque


Luis "El Gordo" Valor fue detenido el viernes tras una persecución y tiroteo por el partido de Malvinas Argentinas. Ayer se negó a declarar: dijo que estaba muy dolorido para ser sometido a la indagatoria.
Su abogado defensor, Cristian Fernández Vargas, aseguró: "Valor no estaba en condiciones plenas de salud para iniciar la indagatoria, por lo que le solicitó a la fiscal una prórroga".
"Luis sufrió un fuerte golpe en la cara durante el choque provocándole una fractura en el paladar y la pérdida de dos dientes", contó el abogado.
"Ayer (por el viernes) personal médico de la DDI le dio calmantes y hoy (por ayer) dijeron que estaba en condiciones de declarar, pero cuando se le fue el efecto de los medicamentos él estaba en un grito de dolor", relató el letrado.
"Presentamos un escrito en el que indicamos nuestra voluntad de declarar, pero que por este momento era imposible, por lo que la fiscal ordenó la inmediata atención del cuerpo medico judicial y que se suministre la medicación necesaria", agregó.
Valor fue trasladado desde la DDI San Isidro, hacia la fiscalía de Malvinas Argentinas, a donde llegó en medio de un megaoperativo de seguridad encabezado por efectivos del Grupo Halcón de Bonaerense.
"El Gordo" iba a ser indagado al mediodía por la titular de la Fiscalía descentralizada de Malvinas Argentinas del Departamento Judicial San Martín, Liliana Tricarico.

LA DETENCIÓN. Luis Valor fue detenido luego que dos policías pretendieron identificar a los dos ocupantes de un Peugeot 206 gris metalizado que merodeaba una fábrica en el Parque Industrial de Malvinas Argentinas. La versión oficial dice que allí se originó un primer tiroteo.
El superintendente de Seguridad de Conurbano Norte, Salvador Baratta, dijo que "el personal policial quiso identificar a los ocupantes del auto, pero este hombre se resistió y empezó una fuga con otro sujeto que fue cubierta con disparos. Todo terminó en el country Los Olivos Golf Club".
Durante la fuga, Valor y su cómplice subieron por la ruta Panamericana hacia la zona norte, hasta la ruta 26 y, luego, retomaron hacia Pablo Nogués. La persecución se extendió por cinco kilómetros: el auto bajó de la autopista por calle Los Olivos y fue al country.
Valor entró al barrio, atravesó las canchas de golf y se estrelló contra un árbol. Bajó corriendo y fue atrapado.
Los policías hallaron dentro del auto dos pistolas calibre 9 milímetros, un revólver Magnum 357 con las vainas servidas en el tambor y una escopeta calibre 12.70.