sábado, 18 de agosto de 2007

Insólito asalto en Neuquén


Sufrió el robo pese al buen trato


Una mujer despertó con un ladrón dentro de su vivienda. Fue cordial y evitó agresiones. Igual, el hombre huyó con una gran suma de dinero en efectivo.



Ocurrió durante la madrugada del jueves. Según la propietaria de la casa el joven estaba drogado, pero no fue violento.

Neuquén > Una mujer fue víctima de un insólito robo en su casa del centro de la ciudad en la madrugada del jueves. Bajo los efectos de la droga, un hombre robó seis mil pesos, un celular, las llaves de la vivienda y el auto. Antes de escapar, maniató a su víctima, una mujer de 65 años quien aseguró que trató al ladrón como a un hijo y hasta le ofreció algo caliente para tomar, para que no la atacara.
“Me cambió la vida, ya no me quiero quedar sola a dormir”, explicó Leonor, una vecina de la calle Rioja al 1100, en el Centro Este neuquino, cuando recordó los momentos de tensión que vivió el jueves en el living de su propia casa.
A las cuatro de la madrugada, un ladrón ingresó en su casa mientras dormía y, sin ser violento, la maniató y escapó con el dinero y otros objetos. Antes, amenazó a la propietaria de la vivienda con que tres secuaces vendrían en unos minutos a saquear el lugar.
Todo comenzó cuando un ruido en la escalera sobresaltó a Leonor mientras dormía. Quieta en la cama, la mujer escuchó los ruidos de los pasos de una persona que bajaba, lentamente, desde la planta alta.
“Ahí vi las sombras, porque había dejado las luces de la escalera prendida”, contó Leonor, con la expresión triste de quien intenta olvidar un episodio traumático.
Haciendo frente al miedo, se levantó de la cama y esperó al pie de la escalera, donde se encontró con un hombre joven, de entre 17 y 20 años y de un metro setenta de estatura, según detalló.
“Desprendía un olor fuerte a pegamento”, explicó la mujer, frunciendo la nariz y achinando los ojos al recordarlo.
El intruso vestía ropas oscuras, un gorro negro que le cubría parte del rostro, guantes y zapatillas “con mucha suela”, remarcó.
Según contó Leonor, el joven ingresó por el estudio ubicado en la planta alta de la casa, luego de forzar una persiana y abrir la ventana.
La casa familiar de rejas color verde, con un pequeño jardín que precede la fachada de ladrillos bordeaux, se encuentra ubicada junto al estacionamiento de un edificio de departamentos. Por allí, asegura la vecina ingresó el ladrón y accedió al primer piso de su casa.

“Lo traté como a un hijo”
Según relató Leonor, su encuentro con el ladrón distó de ser violento. El hombre la trató sin agresión, gracias a que pudo “encontrar las palabras” para que la situación transcurriera lo mejor posible, aclaró la vecina.
“Cuando lo ví le pedí a Dios que me diera las palabras para decirle lo ‘justo’”, recordó.
Rápidamente la vecina tomó la iniciativa y habló. “Hola, ¿cómo te va?”, contó que le dijo al muchacho. “Acá ando”, respondió el joven. “¿Qué te pasa?... ¿estas enfermo?”, insistió Leonor. “Estoy un poco dolorido”, obtuvo como respuesta del desconocido.
“Lo traté como si fuera un hijo”, contó la mujer y recordó que le ofreció algo caliente para tomar que el ladrón rechazó. “Yo lo traté bien y él me trató bien”, remarcó la mujer.
Pero el ladrón buscaba dinero y eso le reclamó. En ese momento la vecina le señaló la cartera que colgaba del perchero en el living de la casa.
De allí el joven extrajo una pequeña cantidad. “Lo que andas trayendo siempre”, explicó la mujer. Pero no conforme le exigió más dinero, dándole a entender que sabía que había más en la casa.
Sin dudarlo, la vecina le dio el dinero que tenía guardado para pintar la casa donde vivió y crió sus hijos.
Antes de irse, el ladrón le ató las manos por delante con el cinturón de la bata, la amordazó para evitar que grite y, luego de pedirle que vuelva a la cama, la abrigó con las mantas.
El hombre se fue con las llaves de la casa y del auto, con el celular y el dinero de la mujer. Antes de retirarse amenazó con que tres cómplices armados y “dados vuelta” -contó que le advirtió- volverían a llevarse las cosas de la casa.
Cuando el joven se fue, la mujer usó sus dientes para desatarse y corrió hacia el fondo del patio de la casa donde se escondió entre plantas, temerosa de que la amenaza se volviera realidad y llegaran más hombres.
Cuarenta y cinco minutos más tarde, el frío y el silencio de los alrededores la convencieron de volver a su casa, para vestirse y denunciar el robo en la Comisaría 1ª.

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