jueves, 10 de diciembre de 2009

gatillo fácil

crimen en barrio hipódromo
Detienen a un policía por homicidio: “A mi hijo me lo mataron en la cara”
Habla la mamá de Ezequiel Heredia, ejecutado de un tiro en la cabeza
"Fue gatillo fácil, mi hijo trató de zafarse y el policía le tiró. Uno le dio a mi hijo y después siguió tirando. Tiró muchos tiros", contó Karina Martínez, madre de Ezequiel Heredia, un chico de 18 años ultimado de un disparo en la cabeza por un policía en Barrio Hipódromo, el martes por la noche. Ayer, el agente fue detenido (ver “El policía...”). Según la versión de la policía, el chico fue baleado cuando los agentes intentaron identificarlo. Explicaron que uno de los policías extrajo su arma reglamentaria y disparó al aire, pero que una de las balas dio en la cara de la víctima. Otro tiro, pegó en la pierna del oficial finalmente detenido que fue internado. Pero la mujer fue contundente: "Me lo mataron en la cara", dijo ayer a Diagonales.
Ezequiel Heredia, de 18 años, murió a las 20.30 del martes en 40, entre diagonal 114 y 120, a metros de su casa, cuando un balazo impactó en su cara, le atravesó la cabeza y salió por detrás de su oreja. El disparo salió del arma reglamentaria de un policía. Fuentes policiales confirmaron que la víctima mortal estaba desarmada.
La información oficial consigna que el oficial inspector Sergio Aguirre y el oficial de policía Rubén Romero, que trabajan en la comisaría Segunda, llegaron a la esquina de 40 y diagonal 114 tras un alerta al 911 por disturbios, e intentaron identificar a quienes estaban en la esquina, entre ellos el chico que terminó muerto.
Según las fuentes, Heredia se resistió y sus amigos comenzaron a agredir a los agentes. En ese contexto, Romero extrajo su arma reglamentaria y disparó “al aire”. Pero una bala pegó en la cara del joven y los uniformados se fueron hacia el hospital Rossi: Aguirre tenía golpes de pedradas; Romero, un disparo en la pierna izquierda, efectuado “por su propia arma”, dijeron las fuentes.

GATILLO. La versión de la madre del muerto es otra: "Me avisaron que Ezequiel estaba discutiendo con los policías, entonces fui con mis hijos a la esquina para traerlo a casa. Cuando salí ví que mi hijo se cae y uno de los policías se le tiró encima", contó Karina a Diagonales en el living de su casa, ubicada en 40, a veinte metros del lugar del hecho, a la que se accede a través de un pasillo estrecho. Junto a la mujer estaban tres de los cinco hijos que le quedaron, su marido Juan Carlos Romero, una vecina y un amigo de Ezequiel. Todos dijeron haber visto el homicidio desde corta distancia.
"Me trepé con ella –relató Karina señalando a su hija de 13 años– al policía y el tipo le pegó una trompada en la cara a mi hija. Ahí se metió mi marido, el padrastro de Ezequiel, que le dijo que era una nena".
"Que no digan que mi hijo tenía un arma porque no fue así. Dicen que el policía quiso defenderse. Eso es una mentira. Mi hijo estaba en el piso y trató de zafarse y el policía le tiró", contó. Y aseguró: "Fue un (caso de) gatillo fácil".
Según el relato de la mujer, cuando con su hija forcejearon con el uniformado, Ezequiel intentó levantarse del asfalto para escapar. Fue allí, contó, que el policía que también estaba apoyado en el piso, le disparó en la cara.
Ezequiel murió en medio de la calle. Vestía una gorra, ojotas y malla. Acababa de llegar del Hipódromo, donde había acompañado a su hermano que trabaja con los caballos. Lo habían echado del predio por discutir con un hombre y sus amigos dicen que los policías lo venían buscando para meterlo preso.
Sus amigos ayer firmaban una bandera de Estudiantes para que lo acompañe a la tumba. Contaron que "era medio loquito, le gustaba hacer bardo". Pero niegan rotundamente que hubiera una pelea cuando llegó la policía. "Lo querían meter preso y él se resistió", contó un amigo de la cuadra.

DISTURBIO. "En el único lugar que se armó quilombo fue en el Hospital (Gutiérrez), y fue porque estuvo como una hora sin que lo atiendan: venía un médico, lo miraba y se iba. A la media hora pasaba otro y hacía lo mismo", contó un amigo de la víctima.
Tras dispararle al joven los policías se fueron en el patrullero y los vecinos llevaron en andas a Ezequiel al Gutiérrez, ubicado en diagonal 114 entre 39 y 40.
Más tarde, los allegados a la víctima protagonizaron desmanes en la Guardia, donde vidrios y mobiliario fueron destruidos. Esa fue la única manifestación de bronca, a pesar de que la comisaría Segunda ayer amaneció vallada.

“Iba siempre a la cancha”
Ezequiel Heredia trabajaba en la calle del Bingo y el Hipódromo estacionando autos y abriendo puertas de taxis. Lo conocían como “Alfajor”, tenía 18 años “recien cumplidos” y era hincha de Estudiantes de La Plata, contaron sus amigos y familiares, quienes anoche lo velaban en Sepelios Ríos, de 24, entre 45 y 43.
“Él era Pincha. El papá lo llevaba a la cancha desde chiquito. Después empezó a ir solo. Iba con El Morsa, que para el micro acá”, contó un amigo de la víctima quien junto a un grupo firmaba una bandera de su club, que lo acompañará a la tumba.
En su entorno aseguran que Ezequiel no era un “santo”. Pero están indignados por la forma en que lo mataron.
“En los studs lo conocían todos y lo llamaban para hacer changas”, contó un amigo. El joven venía de la zona donde trabajaba cuando lo encontró la muerte.

El policía está “complicado”
El oficial de policía Rubén Romero, quien según los investigadores “extrajo su arma para disparar al aire y una bala dio en la cara del joven”, sufrió una “fractura de tibia y peroné” por lo que estaba internado. Ayer fue detenido por homicidio.
Su compañero, el oficial Aguirre, también permanecía ayer hospitalizado: tenía “politraumatismos en la cara” causado por pedradas y golpes, indicaron las fuentes.
Pero la bala que hirió a Romero salió de su propia arma, confirmaron fuentes de la investigación. El policía “fue detenido”, dijeron fuentes judiciales y los pesquisas esperan que pueda declarar, detallaron las fuentes.
Un alto jefe policial aseguró que Romero “está complicado”. Es que los investigadores no pudieron develar “por qué sacó el arma y por qué disparó”, explicó.
En la investigación de la causa, caratulada homicidio, intervienen el fiscal Tomás Morán. Tras el crimen, concurrieron al lugar el jefe Departamental Alejandro Moreno, el titular de la DDI, Juan Ibarra y el jefe de Homicidios, Pedro Beltrame. La pesquisa del crimen quedó en manos de los últimos dos.
Además, interviene la Dirección de Asuntos Internos.

martes, 6 de octubre de 2009

Pepita, la mujer más famosa del hampa

MARGARITA DI TULIO, MÁS CONOCIDA COMO PEPITA LA PISTOLERA
Fue involucrada en el caso Cabezas. Regenteó cabarets en La Feliz, donde vivió y murió



"No podés contar toda la vida con detalles porque sería apología del delito". Con esa frase, Margarita Graziana Di Tullio resumió su vida ante el periodista Cristian Alarcón, en una entrevista realizada en 1997. Consiguió su alias de "Pepita la Pistolera" en 1969, cuando con su pareja Oscar Pérez asaltaba parejas que noviaban, y ella bien armada: una pistola en cada mano. Su nombre (y su apodo) circuló desde entonces en las crónicas policiales. Una vez por balear a un grupo de ladrones que intentó asaltarla; más tarde al ser detenida junto a dos hombres, bautizados como Los Pepitos y acusados por el crimen de José Luis Cabezas, aunque eran simples perejiles; también la investigaron por un crimen del ficticio Loco de la Ruta que la policía marplatense inventó para asesinar prostitutas que no pagaban coima. La última vez su nombre figuró en los medios de rebote: cuando su hermana delató a su esposo Alberto de La Torre y permitió su detención por el asalto al Banco Río de Acasusso, en 2006. "Los Di Tullio no somos buchones", le recriminó públicamente Margarita. En La Feliz, Pepita regenteaba varios cabarets. Tras la muerte de uno de sus hijos comenzó a viajar a San Juan, donde tuvo un derrame cerebrovascular que la postró. El miércoles 30 de septiembre, Margarita Di Tullio murió en Mar del Plata. Tenía 61 años. La despidieron con música de Sandro y bebiendo champán. Así lo había ordenado.

EL HAMPA. –¿Cuándo cometió su primer delito?
–A los siete años. Le robaba a la gruta de Lourdes todo lo que los giles de los católicos le dejaban. Cuando mi vieja empezó a sospechar porque tenía demasiada suerte, caminaba con ella del brazo, tiraba el afano en la vereda y decía: "Uy, mami, mirá, ¿qué es eso?" Así lo blanqueaba.
El diálogo, plasmado en una excelente entrevista de Alarcón publicada en mayo del '97 por Página/12, cuenta en primera persona los inicios en el hampa de Margarita Di Tullio. A él le contó que la primera banda que integró fue la de un grupo de amigos chorros al terminar la secundaria.
Di Tullio era brava y después de lidiar con su padre toda la adolescencia, abandonó su casa y se zambulló en el mundo del delito. Alos 18 años cayó por primera vez por robo automotor. Pasó cuatro años en la cárcel de Dolores. Salió a los 22 y siguió.
En 1976 se juntó con un marinero, Guillermo Schilling, un ex montonero que le juró dejar la "orga" si ella se alejaba del hampa. Él cumplió. Ella a medias. Tuvieron tres hijos.
Con él vivía cuando el 20 de agosto de 1985 volvió a aparecer en los medios, reforzando su apodo. Esa noche tres hombres entraron en su departamento de Marcelo T. de Alvear al 200 y la sorprendieron cuando dormía con su esposo. Ella ofreció el dinero que tenían, pero los ladrones querían más y amenazaron con violarla y hacer lo mismo con sus hijos. Margarita estalló.
Mientras su marido forcejeaba con un tipo, Di Tullio sacó una pistola y los mató uno por uno. Ella recibió un disparo en la pierna. "Yo pensé que nunca iba a matar a nadie. Odio a la persona que mata", le confesó a Alarcón.
Di Tullio pasó 15 días detenida por exceso en la legítima defensa. Desde esos homicidios el alias Pepita La Pistolera fue para siempre su apodo. Nunca le gustó.
Diez años después murió su marido y Margarita comenzó a salir con Pedro Villegas, con quien volvió a aparecer en las crónicas policiales por tenencia de cocaína.

CABEZAS. El 25 de enero de 1997 el reportero gráfico José Luis Cabezas fue asesinado en Pinamar. La necesidad del ex gobernador Eduardo Duhalde de resolver el escándalo político pergeñó el más exagerado invento de la Bonaerense: con una declaración ficticia de Carlos Redruello, la Policía y el juez de la causa, José Luis Machi, encerraron cinco perejiles que fueron bautizados como la banda Los Pepitos. Eran Margarita Di Tullio, su novio Pedro Villegas y otros tres amigotes del puerto marplatense. Estuvieron detenidos durante más de dos meses.
Margarita fue acusada de ser la "instigadora del crimen" y los hombres, de ser los autores materiales.
En 1997, cuando fue detenida, Di Tullio se movía en el submundo de la noche, pero se había alejado del delito: regenteaba dos prostíbulos en el puerto marplatense. Esa era su única actividad.
El juez Machi la procesó con la hipótesis de que Cabezas los había intentado extorsionar y que por eso lo habían matado.
Pero en marzo del '97 se supo que un testigo de identidad reservada había declarado que a Redruello le habían pagado 10 mil dólares para que ensuciara a Los Pepitos. Luego se conocerían todos los detalles de la mentira.

FAMA. Los andares de Margarita por los pasillos de la Justicia no terminaron con José Luis. Años más tarde, Di Tulio fue condenada a tres años de prisión en suspenso por cohecho, en una causa que derivó en la destitución del juez marplatense Jorge García Collins.
La madama marplatense tenía los teléfonos pinchados luego que María del Carmen Leguizamón, una prostituta de 26 años que frecuentaba su cabaret, apareciera descuartizada por el Loco de La Ruta. Lo que escucharon los detectives no sirvió para el caso, pero pusieron en evidencia las conversaciones que tenía con el juez para "pagar" la salida de unos amigos presos en Batán.
La última vez que apareció en los medios fue en febrero de 2006, cuando le dijo al diario La Capital de Mar del Plata que su hermana, Alicia Di Tulio, deshonraba a la familia. Alicia había denunciado a su esposo Alberto de la Torre por su presunta participación en el asalto al Banco Río de Acasusso.
"Mi hermana es una mujer dañina, corrupta, maldita, y ahora también buchona", le espetó.

FINAL. Margarita Di Tullio murió el miércoles 30 de septiembre. Fue el final de tres meses de agonía, tras sufrir un accidente cardiovascular en San Juan. Murió de madrugada en una clínica de Mar del Plata y su cuerpo fue velado en la zona del puerto marplatense, su lugar en el mundo.
De su entierro participaron unas doscientas personas y la caravana que la acompañó hasta el cementerio privado lo hizo a puro bocinazos por las avenidas céntricas.
De la inhumación participaron algunas de sus chicas, sus tres hijos y su loro Lorenzo.
"Nos pidió que cuando esto pasara tomáramos un champancito", contó Gabriel, su hijo mayor, al periodista Guillermo Villareal.
Con sus hermanos Gustavo y Mauricio, el jueves Gabriel cumplió con el pedido.
Bebieron. Y luego vertieron un trago sobre la tumba de su madre.

martes, 29 de septiembre de 2009

Los ocho crímenes del irlandés Mateo Banks

EN 1922 MATÓ A SU FAMILIA EN AZUL PARA HEREDARLOS

Fue condenado a perpetua y enviado a Ushuaia. Lo indultaron. Su final, inesperado


Mateo Banks, un irlandés colorado y robusto, entró de cabeza en la historia criminal argentina el 18 de noviembre de 1922 como el primer multi-homicida de las pampas: en un solo día de furia asesinó a seis familiares y dos peones, en las estancias que su familia poseía en Azul, en la provincia de Buenos Aires. Todo ocurrió entre el mediodía de ese martes y la noche siguiente, en las estancias El Trébol y La Buena Suerte. Con su rifle Winchester mató a sus hermanos Dionisio, Miguel y María Ana; a su cuñada Julia; a sus sobrinas Sara y Cecilia, de 12 y 15 años; y a los peones Juan Gaitán y Claudio Loiza. Esa misma madrugada ensilló y corrió al pueblo. Denunció las muertes ante el médico de la familia y acusó a Gaitán: dijo que tuvo que matarlo en defensa propia. Pero el comisario lo detuvo como único sospechoso. Aunque su familia era potentada, Banks estaba en bancarrota. Allí, la Justicia encontró la clave para condenarlo a prisión perpetua. Pasó un cuarto de siglo encerrado en la cárcel de Ushuaia, en Tierra del Fuego. En 1949 fue indultado y -como era repudiado por la población de Azul- se refugió en la ciudad de Buenos Aires. Alquiló una habitación y se disponía a empezar una nueva vida con nombre falso. Pero en un extraño caso de justicia poética, el mismo día de la mudanza, Banks pisó el jabón en la bañera y se desnucó. Tenía 77 años.


AZUL, 1922. Ricardo de La Cuesta interrogó durante días a Mateo Banks en la comisaría de Azul. El irlandés repetía, sin dar el brazo a torcer, que había matado al peón Juan Gaitán en defensa propia cuando, ciego por la sed de sangre, el gaucho le había disparado en un pie luego de asesinar a su familia.

El investigador estrella había viajado desde La Plata a Azul, por pedido expreso del comisario Luis Bidonde, que tenía en sus manos el caso más horrendo que jamás hubiera imaginado: desentrañar la masacre a tiros de ocho personas integrantes de los círculos más prestigiosos de la región.

De la Cuesta pasó horas interrogando a ese hombre colorado, robusto y con bigotón de aristócrata. La historia no cerraba; caía en muchas contradicciones.

Cuando los resultados de las pericias llegaron a Azul, el detective sonrió. Lo tenía donde quería. El informe desmoronaba la coartada del irlandés: el agujero de la bota de Banks, donde sostenía que Gaitán le había pegado el tiro, había sido hecho con un punzón. Y los disparos criminales, habían salido de un arma de calibre idéntico al del Winchester de Mateo.

De la Cuesta enfrentó una última vez a Banks y puso todas las cartas sobre la mesa. El hombre ejemplo de los inmigrantes triunfadores pampeanos guardaba un secreto que él había descubierto: que sus hermanos y su hermana eran prósperos, pero él estaba en bancarrota. Ese día, Banks confesó.


OCHO. Ese mediodía de 1922 Mateo Banks había envenenado el puchero con estricnina, pero equivocó la dosis y el olor nauseabundo de la comida evitó que los comensales la probaran. Y la hora de la siesta fue fatal. A las 13 del 18 de noviembre, Banks disparó su rifle Winchester en la espalda de su hermano Dionisio. Ya caído, lo remató con un tiro. Su hermano estaba en su estancia La Buena Suerte, con su hija de 12 años, Sara. Mateo golpeó a la chica, la cargó hasta un jagüel, la arrojó allí y luego le disparó. Después esperó. Había comenzado la carnicería.

A las 20 llegó Juan Gainza, el peón de la estancia, y Banks lo recibió con un disparo en el pecho. Subió a su sulky y partió hacia El Trébol, a una legua de allí, donde vivían otros dos hermanos: María Ana y Miguel, que convivía con su esposa, Julia Dillon.

En esa otra estancia repitió el tiroteo. Primero le pidió al peón Claudio Loiza que lo acompañe hasta La Buena Suerte, porque su hermano estaba enfermo. A mitad de camino lo liquidó de un tiro en la cabeza. Volvió.

A las 23, todos menos Mateo dormían en El Trébol. Primero despertó a su hermana y repitió el engaño que había hecho al peón. Volvió, irrumpió en la habitación de su hermano y liquidó al matrimonio.

Sólo quedaban tres personas vivas en la casa: Cecilia y Ana Banks, de 15 y 5 años, y la hija del peón, María Ercilia Gaitán, de 4. Entró a la pieza en la que dormían y asesinó a la mayor. Las dos nenas corrieron a esconderse. Les perdonó la vida.

A las 4, Banks fue al pueblo a buscar al médico de la familia. A él le dijo lo que había pasado y culpó a los peones.


IRLANDESES. En 1922 Azul tenía 30.000 habitantes. El padre de Mateo Banks había llegado a la Argentina en 1862, se casó con otra irlandesa y se instaló primero en Chascomús y luego en Azul.

Los Banks habían logrado mucho prestigio en esa ciudad. Mateo era socio del Jockey Club y vicecónsul de Gran Bretaña. Era representante de la marca de autos Studebaker. Había consolidado su fortuna al casarse con Martina Gainza, también de la alta sociedad, con quien había tenido cuatro hijos. A diferencia de sus hermanos, Banks vivía en una casa en el centro de Azul. Pero toda esa riqueza que parecía poseer, era artificial.


USHUAIA. El juicio a Mateo Banks se hizo en el Sport Club de Azul, que fue habilitado como tribunal. El lugar estaba abarrotado de gente. Desde hacía tiempo, los diarios de la capital como Crítica o La Prensa, seguían el caso.

En el juicio, el estanciero dijo que le habían sacado la confesión con torturas y se proclamó inocente. Ningún abogado quería defenderlo y obtuvo un defensor oficial que insistió en la culpabilidad de los peones. El fiscal Horacio Segovia lo acusó de ocho homicidios con premeditación y alevosía, y reunió gran cantidad de pruebas en su contra.

En el juicio, Segovia reveló que en 1922 Banks había vendido su parte de las estancias a sus hermanos y que pocas semanas antes del crimen había falsificado un poder de Dionisio para vender cientos de cabezas de ganado. Si su hermano lo hubiera denunciado, con seguridad le esperaba la cárcel.

Además, el fiscal comprobó que el crimen había sido planificado: poco antes de los homicidios había comprado cartuchos calibre 12, que luego usó. Y ese mismo día había envenenado con estricnina un puchero que sus hermanos no comieron porque equivocó la dosis y tenía un olor nauseabundo.

El abogado explicó el móvil de los crímenes: habían sido perpetrados por el estanciero para quedarse con la herencia. Que no hubiera asesinado a su sobrina Ana se explicaba porque le correspondía un tercio de lo que la niña y su otra hermana, que vivía en Irlanda, recibirían.

La Justicia lo condenó a cadena perpetua. Pero el abogado defensor alegó vicios de forma en el juicio, que le fueron concedidos.

Banks fue trasladado a La Plata, donde lo juzgaron por segunda vez. Fue defendido por el abogado Antonio Palacios Zinny -una especie de Fernando Burlando de la época-, que aceptó el caso gratis, solo por la publicidad que le ofrecía.

Ni siquiera el gran abogado defensor de causas imposibles pudo evitar que lo condenen a perpetuidad. En 1924 Banks fue trasladado a la cárcel de máxima seguridad de Ushuaia.

Tras 25 años de encierro, fue indultado en 1949. Como era repudiado en Azul, se refugió en Buenos Aires y cambió de identidad. Su nombre era muy conocido: en los arrabales de la Capital había inspirado los tangos “Doctor Carús” y “Don Maté 8”. Con un documento falso a nombre de Eduardo Morgan, alquiló una habitación en Flores. Pero en una jugarreta del destino, apenas mudado, Banks pisó el jabón en la bañera y se desnucó.


LIBROS Y TURISMO: El caso Banks fue minuciosamente estudiado por Hugo A. Hohl en su libro "Crimen y status social", de 1998. También escribió sobre él Álbaro Abos y se puede conseguir información en el Archivo Histórico Municipal de Olavarría. Esos trabajos fueron fuente para esta nota.

Además, la historia puede conocerse en Azul, donde se promociona el circuito turístico "Mateocho", en el que se realizan visitas a su casa y otras actividades.

TANGO: Mató a dos hermanos, a una hermana, a su cuñada, a dos sobrinas y dos peones. Inspiró dos tangos.

domingo, 20 de septiembre de 2009

A diez años de un final sangriento: La masacre de Ramallo, un robo que no fue

Toma de rehenes, tres muertos y un "suicidado", en los mejores años de la maldita policía


En la cabeza de los tres hombres pasaban muchas cosas ese 16 de septiembre de 1999. La adrenalina fluía a raudales. Soñaban con comprarse un edificio en Río de Janeiro, contaría diez años después el único sobreviviente de la banda. Nada podía fallar: tenían apoyo de la Bonaerense, trotyl provisto por un militar y apoyo externo. Cuando a las ocho menos cinco el gerente del Banco Nación de Villa Ramallo abrió la puerta al cartero, los tres tipos entraron y los apuntaron. Comenzaba así una toma de rehenes que duraría 20 horas y que terminaría a las 4 de la mañana del día siguiente, cuando en una salida pactada, cientos de policías dispararon 120 balazos al Polo verde del gerente. Sólo una de las 46 balas que dieron en el auto pegó en un neumático. Las otras 45 impactaron a la altura de los ocupantes. Allí iban los tres asaltantes, Javier Hernández, Carlos Martínez y Martín Saldaña; el gerente Carlos Chávez, su esposa, Flora Lacave y el contador de la entidad, Carlos Santillán. Hernández, Chávez y Santillán murieron en la balacera. Todo fue filmado por las cámaras de TV y puso sobre la mesa de la opinión pública las "bandas mixtas" de las mejores épocas de "la mejor policía del mundo". Se lo conoció como la Masacre de Ramallo, que ya cumplió 10 años, justo cuando el único sobreviviente de la banda fue beneficiado con salidas transitorias (ver aparte).


VILLA RAMALLO. El 16 de septiembre de 1999 los habitantes de Villa Ramallo despertaron sobresaltados. Ese día, nadie en el pueblo dormiría la siesta reglamentaria. Cuando los tres ladrones entraron a las 7.55 a la sucursal del Banco Nación de esa ciudad del norte de la Provincia, una empleada del cable local vio la escena y llamó a la Policía. Poco después la entidad estaba rodeada por la temible Brigada de Ramallo, al mando del juez federal de San Nicolás, Carlos Villafuerte Ruzzo. Dentro, la banda tenía seis rehenes: el gerente, el cartero, el contador, los empleados Ricardo Pascuali y Diego Serra, y la esposa del gerente. En simultáneo, el país miraba lo que sucedía por la televisión.

Las primeras negociaciones duraron doce larguísimas horas y recién a las 21 fueron liberados dos rehenes: Diego Serra y Fernando Vilches. Cuatro horas después, Ricardo Pascuali se convertía en el tercer liberado.

A las 4 de la madrugada parecía que todo iba en camino de resolverse. Una fuerza de doscientos policías del Grupo Especial Operativo (GEO) y el Grupo Halcón, estaban apostados en derredor del Banco, con la orden explícita del juez de no disparar. Habían pactado una salida.


120 BALAS. A las 4.08 se abrió la puerta del garaje del banco y el Polo verde del gerente salió con las seis personas que estaban en el interior de banco. Al volante iba Carlos Chaves, con un pan de explosivo trotyl en el cuello. En el asiento del acompañante iba el asaltante Javier Hernández y en las butacas traseras los otros dos. El resto de los rehenes, Carlos Santillán y Flora Lacave, iban como escudo humano.

El auto avanzó y a mitad de cuadra le llovieron las balas: en 20 segundos, 120 disparos estallaron como un trueno.

De las 46 balas que dieron en el auto, sólo una pegó en una rueda, donde se suponía que debían disparar si lo que pretendían era detener el coche. Las otras mataron a Chaves, Santillán y Hernández, hirieron a Lacave y Martínez.

Sólo Saldaña salió ileso. Fue llevado detenido a la comisaría Segunda de Ramallo, donde apareció colgado y ahorcado esa misma tarde, en su celda. El "suicidio" que la Policía informó fue, en realidad, un homicidio, confirmado el 26 de diciembre de 2006 por la perito María Noms, de la Asesoría Pericial de la Suprema Corte bonaerense.


LA MEJOR POLICÍA. En la población, que asistió a la masacre "en vivo y en directo", quedó la sensación que las muertes fueron una ejecución deliberada de la Policía para esconder el acuerdo entre los ladrones y miembros de la fuerza para cometer el robo.

El entonces gobernador de Buenos Aires, Eduardo Duhalde, dijo poco después que había sido una masacre y disolvió el GEO.

Por el caso se realizaron dos juicios. En 2002 fue juzgada la banda y en 2004 los policías que dispararon y ejecutaron a tres de los ocupantes.


BANDA MIXTA. En septiembre de 2002 el Tribunal Oral Federal 1 de Rosario condenó con penas de entre 24 y 13 años a los siete integrantes de la banda que cometió el asalto y absolvieron a dos por el beneficio de la duda. El juicio certificó la existencia de las bandas mixtas, de policías y ladrones.

Carlos "El Negro" Martínez tenía 23 años y lo condenaron a 24. Lo responsabilizaron de las muertes de uno de sus socios y de dos rehenes. Al final del juicio su padre dijo: "Mi hijo no mató a nadie", y tenía razón.

El cabo de la Bonaerense Aldo Cabral, que era la pata visible de la participación policial en la banda, recibió 17 años. Él proveyó a los asaltantes el handy con frecuencia policial por el que, después, se hicieron las negociaciones. También hizo los planos del banco -le encontraron una copia en su casa- y llevó a Saldaña a la celda para que fuera asesinado.

El resto de los que componían la banda, pero que no entraron al banco, también recibieron condena: Jorge Andrés Aguilar, voluntario del Ejército que proveyó un pan de trotil a la banda, recibió 15 años. Mónica Saldaña, 14. Raúl Oscar Mendoza, Norberto "Ojitos" Céspedes y Silvia Vega, 13.


LA MALDITA. En diciembre de 2004, el mismo tribunal condenó a siete de los ocho imputados policiales que participaron de la balacera con penas de 2 a 20 años de prisión.

El ex suboficial principal del Comando de Patrullas de San Nicolás, Oscar Parodi, fue condenado a 20 años porque de su fusil salió la bala que mató al gerente Chaves. Lleva cumplida la mitad de su condena. El ex sargento Ramón Leyva, recibió 18 años por matar al contador Carlos Santillán. Aunque intentó suicidarse en prisión, sigue detenido.


MÉTODOS. Los jefes de la Policía bonaerense y sus contactos con la banda de asaltantes aún no fueron probados y es investigado.

El asalto al Banco Nación de Ramallo y la masacre significó un punto de quiebre para las operaciones de la Bonaerense. A partir de entonces, la violencia policial comenzó a ser más selectiva.

La masacre no significó el fin de las bandas mixtas. El tiempo demostró que, sólo, cambiaron de rubro, como los secuestros.

Después de aquel episodio, los capangas policiales comenzaron a perder peso específico. Pero también aprendieron que los negocios -que siguieron existiendo-, son más efectivos si son menos visibles.


“No queríamos muertes”

A Norberto Fabricio "Ojitos" Céspedes lo condenaron a un encierro de 24 años, uno más de los que tenía. A 10 años de la masacre y después de pasar siete en gayola -que por el 2x1, se convirtieron en 9 y dos meses-, recibió el beneficio de la libertad condicional. En su primer paso fuera de la cárcel, se cruzó con la cámara de uno de los canales que hizo del "vivo y en directo" policial, uno de los clásicos de los '90.

"El arrepentimiento viene por todos los hechos que derivaron en una catástrofe que no esperábamos, porque para nosotros era un robo perfecto: era entra y salir", dijo el convicto a Crónica TV. "No queríamos que hubiera muertes", explicó Céspedes.

El muchacho contó que aquel golpe era considerado como el primero de "otros objetivos más importantes. Teníamos pensado comprar campos, cultivar soja, comprar un edificio en Río de Janeiro, Brasil", recordó.

Céspedes, que terminó la secundaria en prisión, pidió perdón a los familiares de los muertos. "Si bien nosotros no matamos a nadie y fue la Policía, no fuimos a lastimar a nadie, sino a buscar el dinero", dijo.

De los condenados en los dos juicios, dos integrantes de la banda (Martínez y Cabral) y dos de los policías (Parodi y Leyva) siguen presos. Otros seis policías están libres y cinco de los otros delincuentes ya fueron beneficiados con la libertad condicional o salidas transitorias.

martes, 15 de septiembre de 2009

Enriqueta Martí, La Vampira de carrer Ponent

La secuestradora de niños de Barcelona

Cayó en 1912. Durante 10 años asesinó chicos para fabricar pócimas y remedios


El pueblo de Barcelona la bautizó como La Vampira del carrer Ponent. Sus secuestros de niños creó en el imaginario popular la temeraria leyenda de "El hombre de la bolsa". Su leyenda nació en febrero de 1912, cuando Enriqueta Martí Ripollés fue detenida por la policía catalana, tras diez años de raptar niños, prostituirlos, asesinarlos y fabricar con su sangre y sus grasas y la médula de sus huesos, ungüentos y pócimas para curar la tuberculosis, la tisis y otras enfermedades que atemorizaban a los ricos de la Europa de principios del siglo XX.
En cada una de las casas en las que había vivido, los investigadores encontraron huesos de niños, frascos con sangre y grasas extraídas a sus víctimas, antiguas recetas de brujería. Cuando la vampira confesó, también encontraron una libreta con los nombres de sus clientes, que preocupó a los poderosos de la ciudad: allí había muchos nombres de las personas importantes de la época, gente "interesada en la caridad", dijeron los agentes de justicia.
Fueron dos nenas de 5 años, Teresita y Angelita, quienes al ser rescatadas permitieron atrapar a la vampira. Los forenses de la época sólo identificaron los restos de diez niños asesinados. Pero fueron más; de ellos sólo recuperaron huesos anónimos. Los descubrimientos morbosos de sus curanderías medievales se vertían en extensas crónicas que llenaban las páginas de los diarios de la época. Sólo el hundimiento del Titanic, en abril de ese año, apagó un poco el interés del público en esa historia.
Enriqueta murió al final del año, asesinada a golpes en prisión. Pero todos sospecharon que había sido envenenada, para que no se cumpliera su promesa de calabozo: subir al patíbulo junto con sus clientes. Esos nombres nunca se conocieron. Con su muerte, esas personas importantes durmieron tranquilas.

CAÍDA. Enriqueta Martí fue detenida el 27 de febrero de 1912. Tenía 43 años y vivía con dos nenas de 5 años en una casa del entresuelo 1º del Nº29 de la calle del Poniente (o carrer Ponent, en catalán), actual Joaquín Costa, que corre por detrás del centro de Cultura Contemporánea y el Museo de Arte Contemporáneo (MACBA), en la parte vieja de Barcelona, Cataluña.
En esa época eran muchos los niños que desaparecían o se perdían en las grandes ciudades, y los vecinos de Barcelona habían inventado al “hombre de la bolsa”, de quien contaban historias tétricas que usaban para asustar y hacer más precavidos a sus hijos.
Durante diez años, Martí había azotado las calles de esa ciudad de principios de siglo.
Diez días antes de su detención, el 10 de febrero de 1912, Teresita Guitart, de 5 años, desapareció cuando su madre, en un descuido mientras charlaba en la puerta de su casa con una vecina, le soltó la mano (ver “Ven bonita,...”). El caso había preocupado a los pobladores de la ciudad y los diarios de la época llenaban sus páginas con el tema.
Fue por una vecina suya chusma que Enriqueta cayó en desgracia: la mujer había visto a una nena rapada que la miró por una ventana. “¿Si se trata de Teresita?”, pensó. Eso le contó a un colchonero de la cuadra, quien lo contó a un policía que se lo contó a su jefe de brigada, Ribot.
El policía fue a la casa señalada. Cuando Enriqueta abrió, el agente saludó y dijo: “Vengo a inspeccionar, pues han denunciado que usted tiene gallinas”.
La vampira lo negó, pero cuando atinó a pedir por una orden ya era tarde. El policía ya había encontrado a Teresita, que vivía en el lugar junto a otra niña, Angelita.

CORRUPTORA. En la comisaría, el jefe de policía José Millán Astray descubrió que Enriqueta Martí tenía antecedentes por corrupción de menores: había sido detenida en 1909 en su casa en la que tenía un prostíbulo de menores de ambos sexos, con niños de entre 5 y 16 años. Con ella habían detenido al hijo de una importante familia, por lo que el caso había sido archivado y olvidado.
Pero con su nueva detención, los policías descubrieron que la Vampira, además de secuestradora y corruptora de menores, era prostituta, falsificadora, pederasta, bruja y asesina.
A los 20 años, Enriqueta había comenzado a prostituírse. Era conocida en los lupanares de la zona vieja. La mujer no tenía problemas económicos, pero por los cientos de testimonios recogidos en esos días, descubrieron que, por las mañanas, se vestía con harapos y pedía limosnas en las iglesias.
Y era asesina: las nenas rescatadas contaron que una noche, mientras la mujer no estaba, habían encontrado un bolso con ropas de niño y un cuhillo con sangre. Angelita contó también que ella había visto cómo asesinaba a Pepito, un niño de su edad, con un cuchillo.
En una nueva inspección, los agentes del juzgado encontraron varias habitaciones en el entresuelo de la calle del poniente. Un salón estaba acomodado con muebles costosos y trajecitos para niños. En otra habitación encontraron el bolso que habían dicho las niñas. En otra, descubrieron una bolsa de lona con ropa vieja, que en el fondo contenía huesos de niños.
La expedición macabra terminó cuando en una habitación encontraron medio centenar de frascos, rellenos de sangre coagulada, de grasas y otras sustancias extrañas.
Además, también encontraron un libro antígüo con fórmulas misteriosas y un cuaderno lleno de recetas de curandero para toda clase de enfermedades. En una libreta, apareció un listado de clientes.

VAMPIRA. Ya cercada, Enriqueta habló: "Confecciono remedios usando partes del cuerpo humano", dijo. Y, gritó: "¡Que registren el piso! ¡Que piquen las paredes y encontrarán algo! Como sé que me subirán al patíbulo, quiero que conmigo suban los demás culpables".
También en otros domicilios que Enriqueta había tenido en los últimos diez años encontraron evidencia aterradora. Aparecieron más huesos de niños, que los forenses dijeron que pertenecían niños de 3, 6 y 8 años. Diez fueron las criaturas identificadas como víctimas que se incluyeron en el sumario.
En aquella época la tuberculosis hacía estragos, y existía la creencia de que el mejor remedio era beber sangre humana y aplicarse sobre el pecho grasas infantiles.
Pero los consumidores de esas pócimas no podían ser, si no, gente acaudalada. El diario Abc llegó a decir que "los nombres y domicilios contenidos en esta lista son de gentes conocidas por su amor a la caridad, gentes que fueron víctimas de las socaliñas (que significa "engaños") de la hechicera".
A finales del año se supo que Enriqueta Martí había fallecido en la cárcel linchada por otras presas. En Barcelona corrió el rumor de que antes de ser atacada, ya estaba muerta, envenenada por encargo de alguien interesado en su desaparición. Nada se pudo probar.
Y La Vampira de carrer Ponent ya era leyenda.


“Ven bonita, tengo dulces para ti”

Mientras su mamá conversaba con una vecina frente a su casa de la calle San Vicente, Teresita Guitart se alejó un poco. Jugaba cuando sintió que alguien le agarraba la mano. Era una mujer que con tono cariñoso le dijo: “Ven bonita, ven, tengo dulces para ti”.
La nena accedió, pero cuando notó que se alejaban intentó escapar. Era muy tarde. Enriqueta la envolvió en un trapo negro, la alzó y desapareció en la penumbra de la noche.
Cuando 17 días después el policía Ribot entró en la casa de Martí vio a la nena con la cabeza rapada.
–¿Como te llamas? Guapa.
–Felicidad.
–¿No te llamas Teresita? –insistió.
–Aquí me llaman Felicidad.
Los testimonios de la nena y Angelita, otra niña de su edad que la Vampira había robado a su cuñada, revelaron que Martí, además de corruptora, fabricaba ungüentos y pócimas con la grasa, la sangre y la médula de los huesos de los niños que robaba y asesinaba.
Gracias a ellas, los policías descubrieron un cuarto oculto donde la mujer guardaba la sangre, las grasas y las recetas antígüas de curanderos y brujería con que fabricaba las pócimas que, luego, vendía a sus clientes.

domingo, 6 de septiembre de 2009

Durante 18 años plantó bombas en todo EE.UU.

Unabomber y la cruzada anti tecnología
Con 16 atentados, Theodore Kaczynski quiso derrumbar el mundo occidental. Sigue preso
Sus bombas apuntaron a destruir la sociedad tecnológica -industrial y durante 18 años, el matemático de Harvard y profesor en la Universidad de California, Theodore J. Kaczynski mantuvo histéricos a los más avezados investigadores del FBI. Pugnaba por "una revolución contra el sistema industrial", pero no desde el punto de vista de una revolución política: su objeto no era derribar gobiernos, sino las bases económicas y tecnológicas de la sociedad actual. Fue conocido como Unabomber y su técnica de construcción de bombas caseras y el sistema errático de ataque, hizo imposible a los detectives encontrarlo. Cometió 16 ataques en empresas de aviación y universidades de EE.UU., donde veía el germen de la decadencia de la sociedad occidental y el final de la libertad del hombre. Tres personas murieron y 28 resultaron heridas desde su primer atentado explosivo en 1978. Su obra más famosa es su Manifiesto, que envió a nombre del Freedom Club (Club de la Libertad) al New York Times. Fue detenido en 1996. Y no lo encontró el FBI. Lo delató su hermano que, aunque lo había admirado, claudicó por el precio puesto a la cabeza de Kaczynsky: un millón de dólares.

UNABOMBER
. Theodore Kaczynski nació en Chicago en 1942, se graduó en Matemáticas en la Universidad de Harvard y fue profesor en la Universidad de California, en Berkeley.
Pero en 1969 dejó la docencia y dos años después, a sus 28, se volvió un ermitaño. Agobiado por el destino del mundo occidental, cortó sus vínculos familiares y con la sociedad para vivir durante los siguientes 25 años, casi sin ingresos, en una solitaria cabaña construida en las montañas de Montana.
En medio de la naturaleza y apartado de todo, la mente de Kaczynski fue forjando la idea de un plan radical de acción directa para acabar con las bases económicas y tecnológicas del mundo, dónde veía la corrosión de la libertad del hombre. Su primer ataque fue cometido el 25 de mayo de 1978 en la Universidad de Northwestern, Illinois, donde hirió a un guardia. Durante los 18 años siguientes, todos sus ataques (ver recuadro) fueron en universidades, compañías de computación y aerolíneas. Todos fueron realizados con explosivos de fabricación casera.
El sistema errático de ataque y la facilidad para conseguir los materiales para sus bombas le garantizaron la clandestinidad.
No fue hasta 1979, cuando colocó su tercera bomba en la panza de un avión Boeing 727 -que lo obligó a un aterrizaje forzoso-, que el FBI se involucró en su búsqueda. El artefacto se había activado automáticamente por un barómetro casero que había sido modificado para funcionar como altímetro, cuando la nave alcanzó los 3.500 metros de altura.

Hasta 1995 fue el hombre más buscado de América, su cabeza llegó a valer 1.000.000 de dólares y fue considerado el terrorista más peligroso del mundo.

Los federales fueron quienes lo bautizaron como Unabomber (siglas de University and Airline Bomber) e intentaron que fuera visto como un loco solitario guiado por impulsos personales. Pero tras varios años de buscarlo sin suerte, el grupo especial de operaciones del FBI, fue desarticulado.
Varios años más tarde, en 1993, y tras colocar dos bombas en las universidades de Yale y la de California, Unabomber mandó un comunicado al New York Times asegurando que el autor de las bombas era el "Freedom Club", una organización de anarquistas anti tecnología. El grupo especial del FBI, a cargo del agente John Douglas, fue puesto nuevamente en funciones.

ANTI-TEC. En 1995 estalló la última bomba de Unabomber. Dos días después, el 26 de abril, el Freedom Club envió una carta al New York Times con el manifiesto "La sociedad industrial y su futuro".
El Unabomber prometió que no atacaría de nuevo si era publicado: "Creemos que ha llegado el momento de publicar las ideas antitecnología", aclaraba Kascynski.

Tras discutirlo con el FBI, el New York Times accedió.
"El colapso social que hoy vemos no es desde luego el resultado del simple azar. Sólo puede ser el resultado de las condiciones de vida que el sistema impone a la gente". Esa frase extraída del punto 151 del Manifiesto del Unabomber, tal vez resuma las ideas de Kaczynski.
El Manifiesto se divulgó por todo el planeta y generó admiración de muchos grupos como alt.fan.unabomber o el Comité de Acción Política Unabomber.
Kaczynski plantó sus principios en la Introducción de su Manifiesto.
"El sistema tecnológico-industrial puede sobrevivir o puede fracasar. Si sobrevive las consecuencias serán inevitables: no hay modo de reformar o modificar el sistema así como prevenirlo de privar a la gente de libertad y autonomía. Si el sistema fracasa las consecuencias aún serán muy penosas. Pero cuanto más crezca el sistema más desastrosos serán los resultados de su fracaso, así que, si va a fracasar, será mejor que lo haga antes que después", dicen en sus puntos 2 y 3.


EL SISTEMA GANA
. Kaczynski tenía un hermano menor, David Kaczynski, que lo había admirado e intentado seguir sus ejemplos. Llegó incluso a construirse una cabaña y abandonar la sociedad civilizada. De todas formas, no duró mucho.
Tras un tiempo, David abandonó la idea de seguir a su hermano y regresó a su vida en la sociedad. Eso derrumbó al Unabomber: el Gobierno le había puesto precio su cabeza. David lo delató, recibió un millón de dólares y dio la mitad a los familiares de las víctimas.

Theodore Kaczynski fue enviado a juicio. Sus abogados quisieron hacerlo pasar por loco y los rechazó. Propuso como defensor a Tony Serra, un abogado de grupos radicales, que aceptó el caso sin cobrar, pero el juez consideró que ya era demasiado tarde y rechazó el cambio.
Fue condenado a cuatro cadenas perpetuas. En la actualidad sigue encerrado en una prisión de máxima seguridad.


Las cartas bomba
1978 - Universidad de Northwestern, Illinois. El 25 de mayo un vigilador fue herido por una carta bomba dirigida al profesor de ingeniería de materiales Buckley Crist. A ese atentado le siguió otro en la Universidad de Northwestern, hiriendo a un estudiante.

1979 - El 15 de noviembre estalló una bomba en el equipaje de un vuelo de American Airlines Flight 444, un Boeing 727 que viajaba de Chicago a Washington. La bomba comenzó a humear, la nave realizó un aterrizaje de emergencia. Con este atentado llevó el FBI salió en su búsqueda.

1980 - El 10 de junio Kaczynski envió un paquete a Percy Wood, presidente de United Airlines. Fue herido. Con este ataque el FBI lo bautizó como Unabomber.

1981- 1982 - Tres ataques con bombas caseras en las universidades de Vanderbilt, Berkeley y California. En las últimas dos fueron heridos un profesor y un académico.

1985 - Unabomber ataca cuatro veces y asesina a dos personas. El 15 de mayo explota un paquete bomba en la sala de computadoras de la Boeing Corporation. Un herido. El 13 de junio ataca por segunda vez esa corporación, pero el paquete es interceptado. El 15 de noviembre es herido un ayudante de profesor en la Universidad de Michigan. El 11 de diciembre explotó una bomba en el estacionamiento de un comercio de computadoras: murió un empleado.

1987 - Hiere a un empleado de una casa de computadoras en Salt Lake City

1993 - El 22 de junio una bomba hiere al genetista Charles Epstein de la University of California. Dos días más tarde es herido por otro paquete explosivo David Gelertner, programador de la Universidad de Yale.

1994 - El 10 de diciembre un paquete bomba explotó en la cara de Thomas Mosser, vicepresidente y director general de una empresa de publicidad en San Francisco.

1995 - El 24 de abril explota una caja enviada por correo al ex presidente de la Asociación Forestal de California. Al abrirla, murió Gilbert P. Murray el presidente de ese entonces. Fue su último ataque.

domingo, 30 de agosto de 2009

Bandoleros sociales

Jinetes rebeldes, los bandoleros sociales y su santificación en el panteón de los justos

Los Robin Hood gauchos, según la mirada del escritor Hugo Chumbita


"En el interior del país la gente más humilde tiene sus propios santos benefactores, entre los cuales sobresalen como categoría bien definida los bandidos gauchos: las figuras más características son José Dolores, Francisco Cubillos y Bairoletto en Cuyo; Antonio Gil, el Lega Álvarez, Aparicio Altamirano en Corrientes; Mariano Córdoba y Bazán Frías en Tucumán. Estos personajes históricos merecieron en vida admiración como 'justos'. Se dice que robaban a los ricos para ayudar a los pobres. Murieron de forma trágica a manos de la autoridad". Esas palabras fueron escritas en la revista Todo es Historia por el abogado, escritor, historiador y profesor pampeano Hugo Chumbita. Y el viernes, expuso un poco de todo ese panteón gaucho en una charla en el Coliseo Podestá, en el marco del ciclo de charlas y debates del club Estudiantes de La Plata, donde presentó su libro Jinetes rebeldes. Historia del bandolerismo social en Argentina.


BANDIDOS. "Los bandoleros sociales son héroes que el pueblo considera como su vengador, que sólo roba a los ricos y da a los pobres y expresan la rabia inarticulada de los campesinos pobres ante el capitalismo. Es un ser solidario con una comunidad campesina", explicó Chumbita al auditorio.

El autor llegó a ese concepto a través de un trabajo publicado por Eric Hobsbawm en 1968, la época en la que Chumbita escribió sobre Bairoletto, el bandido de La Pampa de los inicios del siglo XX, y que le dio el marco ideológico con el construyó su libro.

La charla fue desde Bairoletto, a Artigas (un bandido contrabandista devenido en prócer de la revolución de la independencia Uruguaya), pasando por las huestes federales de Facundo Quiroga, el Chacho Peñaloza y Felipe Varela, y santos paganos como Mate Cosido, Santos Guayana y Martina Chapanay.

–¿Cómo se produce la supervivencia del mito? –preguntó el coordinador de la charla.

–Creo que el hombre, la persona humana, tiene esa necesidad de trascendencia. Este es un tema que tiene una enorme significación, que es que la gente expresa en esos cultos a los buenos bandidos. En vida, el bandolero gratificó a los pobres del campo, porque les hace saber que se hacen valer.

Dentro de la santificación de los bandoleros hay algo más profundo que es el significado que tiene la religión. Y todos los que estudiaron la religión, ven allí lo social. Dentro de este fenómeno puede verse una tendencia a dar vuelta el orden de los opresores, una tendencia netamente subversiva. La santificación de los bandidos rurales –y otros como San la Muerte y Gilda, pasando por el gauchito Gil, que sin dudas fue un bandolero social–, aunque se los unifique a la religión católica, como fenómeno colectivo, es una forma subvertir los significados en los que se sienten oprimidos por el Estado.


FEDERALES. "El Chacho Peñaloza era fiero en la pelea, pero bondadoso con su gente. El cariño en La Rioja todavía es permanente. Y así como Felipe Varela es sucesor del Chacho, éste lo es de Quiroga", explicó Chumbita, quien en su libro explora a los héroes federales y sus gauchos, muchos de ellos bandidos rurales. En el texto, el escritor se mete con Quiroga como una respuesta a la lectura europeizante de Sarmiento en su Facundo.

Pero, como ejemplo, vale la historia de Felipe Varela.

–Felipe Varela es un hombre que tiene un horizonte político importante como fundador dentro de la línea federal, de la unión Americana. En ese movimiento que se crea, alrededor de 1850 en adelante, hay un revivir de las ideas bolivarianas. Y Varela lo plasmó en su famoso manifiesto dictado en la cordillera, en esa quijotesca campaña enviada a frenar la guerra criminal en el Paraguay. Sorprende esta visión tan temprana, en un hombre como Varela que era un gaucho, que no era un bandido, pero eran jefes de gauchos y que contaban entre sus filas con bandidos rurales. Santos Guayana y Martina Chapanay son dos bandoleros que contó entre sus filas. Porque San Juan tuvo a Sarmiento, pero también a Guayama y Chapanay, que fueron empujados a la vida de bandidos y cuatreros.


BAIROLETTO. "Ese es el más claro ejemplo del que roba a los ricos para dar a los pobres", contó Chumbita sobre el final de la charla. Sobre el mitológico bandido de La Pampa, fue el primer trabajo del escritor que empezó en 1968 como un folletín en el diario La Arena, de Santa Rosa, y que en 1974 se transformó en el libro "Bairoletto: prontuario y leyenda".

"El caso que investigué más a fondo es el de él. En los expedientes policiales y judiciales, aunque escritos con el ánimo de perjudicarlo, encontré evidencia de que era solidario con la gente del campo. Muchas veces la policía recuperaba lo robado recorriendo los ranchos de los paisanos donde él lo había dejado. He encontrado datos sorprendentes. Se cuenta que visitaba un rancho del monte donde vivía una familia que lo refugiaba. Un día, él pasa por otro rancho y deja un caballo robado, y el dueño se da cuenta y le pregunta. Y él le dice: 'voy a llevar este caballo a una gente que vive en el monte porque los chicos no tienen para ir a la escuela y van a pie", contó.

"Esos gestos no son los de un delincuente común, de un hombre egoísta. Y en todos los testigos que encontré –porque cuando escribí el libro vivían los partícipes de esta historia– encontré el cariño de la gente que lo conoció. No cualquiera consigue que lo quieran así", remarcó Chumbita.

Hay muchos bandidos que la gente considera malos, pero hay algunos que rescatan como héroes. Se convierten en representantes de la protesta social y entroncan con expresiones sociales que llegan a los lugares donde actuaron los bandoleros sociales: el campo. Así como Martina se suma a los federales, Mate Cosido se acercó a los anarquistas.

De esto va el libro Jinetes Rurales... que presentó Chumbita: una zambullida a las sombras de la historia, la de los héroes de los pobres del país.

sábado, 22 de agosto de 2009

Arte y pedido de justicia por el crimen de Sandra

(Foto: Eva Cabrera)

La madre de Sandra Ayala Gamboa, la joven peruana violada y asesinada en febrero de 2007 en una casona perteneciente a ARBA (ex Rentas), acompañados por organizaciones feministas y sociales, realizaron ayer una una jornada cultural y artística en reclamo de Justicia, al cumplirse dos años y medio del homicidio. Pidieron el esclarecimiento del hecho y apuntaron a la justicia. Por la mañana, un grupo de mujeres escrachó en su oficina al fiscal Tomás Morán, que tiene a su cargo la causa.

La jornada se extendió desde las 11 hasta las 16, frente a las oficinas de Arba, en 7 entre 45 y 46. Los manifestantes cortaron la vía descendente de la avenida, donde inprovisaron un escenario por el que desfilaron cerca de una decena de bandas musicales.

Frente a la casona donde fue hallada muerta Sandra Ayala Gamboa, ubicada a mitad de cuadra, artistas plásticos realizaron un mural, recordando a la joven.

Además, denunciaron que la causa está “paralizada” y que la investigación “no avanza”, señaló Yamila Balbuena, integrante de la Asamblea por Sandra, convocante de la actividad.

También denunciarion que “la Justicia de la mano del fiscal Tomás Morán de la UFI N° 2 y las autoridades responsables del Ministerio de Economía continúan obstaculizando el esclarecimiento del caso”.

Durante el día de ayer, las oficinas de ARBA permanecieron cerradas. Un cartel en la puerta pedía disculpas y anunciaba que la medida se tomaba por “seguridad”.


INTIMACIÓN. La convocatoria a la actividad fue realizada con volantes que imitaban una notificación de regularización impositiva (intimación) de ARBA y que fueron repartidos casa por casa. En ese panfleto, explicaban quien era Sandra y convocaban a la jornada de ayer. El detalle: la firma era la de Santiago Montoya.

STENCIL. Como parte de las actividades, los manifestantes pintaron los pasos que realizó Sandra desde la pensión donde vivía (en 6 y 44) hasta la casa donde la violaron y asesinaron.

SANDRA
. Sandra Ayala Gamboa llegó desde Ancón, Perú, a La Plata, el 28 de Octubre de 2006, para estudiar Enfermería y Medicina.
A las 14 del viernes 16 de febrero de 2007, acompañada por Walter Silva de la Cruz, fue al ex Archivo del Ministerio de Economía (hoy ARBA) para una supuesta entrevista de trabajo.
Sandra ya no regresó a la pensión. Ycuando su novio fue a la comisaría Primera para denunciar su desaparición, no se la tomaron.

Seis días después, el cuerpo de la joven fue encontrado en el edificio en reparación de ARBA. La habían violado y asesinado.

Su madre, Nélida Gamboa Guillén viajó desde Perú para buscar a su hija. Todavía vive en La Plata. Pero ahora busca al asesino y reclama Justicia. Todavía no hay ningún culpable del homicidio.


ESCRACHE
. A las 12.30 de ayer, militantes feministas escracharon al fiscal Tomás Moran y lo acusaron de negligente.
Las manifestantes, ataviadas con pañuelos violeta, burlaron la seguridad de las fiscalías de 7 entre 56 y 57, repartieron volantes y pegaron afiches en el interior del edificio.
Las manifestantes, ataviadas con pañuelos violeta, burlaron la seguridad de las fiscalías de 7 entre 56 y 57, repartieron volantes y pegaron afiches en el interior del edificio.

martes, 18 de agosto de 2009

Entrevista a Rosa Bru

"Es más fácil bajar la imputabilidad que hacernos cargo de que estamos fallando"

A 16 años de la desaparición de Miguel, realizan una vigilia en la comisaría Novena

(Fotos: Julieta De Marziani)

¿Dónde está Miguel? La pregunta todavía retumba en la sociedad platense. Y sigue sin respuesta. Al cumplirse 16 años de la desaparición del estudiante de periodismo de 23 años, Miguel Bru –torturado hasta la muerte y desaparecido por policías de la comisaría Novena de La Plata en 1993–, su mamá Rosa Schonfeld de Bru, familiares y amigos realizarán hoy una vigilia frente a esa seccional para reclamar la aparición de su cuerpo. Comenzará a las 19 y se extenderá hasta la 1 de mañana, frente a la comisaría Novena, ubicada en 5 y 59, donde realizarán una serie de actividades (ver aparte).

En diálogo con Diagonales, Rosa recordó la búsqueda de su hijo y la fundación de la Asociación que lleva el nombre del estudiante desaparecido y con la que patrocinan a familias que han sido víctimas de asesinatos cometidos por policías. También apuntó a su trabajo con las nuevas víctimas: “Hoy sigue pasando”.

Miguel Bru estudiaba en la Escuela de Periodismo (hoy facultad) de la UNLP; cantaba en la banda de rock Chempes 69, y, sobre todo, adoraba a sus dos perros que lo acompañaban a todos lados, incluso a cursar. Ese 17 de agosto había ido a cuidar la casa de unos amigos en un campo camino a Magdalena. Nunca volvió. Sólo encontraron ropas y su bicicleta en la costa del río.

Cuando comenzaron a buscar a Miguel, Rosa no vinculaba la desaparición con la Policía. Lo primero que hizo fue hacer la denuncia.

–¿Cómo conecta la desaparición con la Policía?

–Los que hacen la conexión con la Policía son sus amigos. Ellos relacionan lo que venía ocurriendo en la casa: que había ido la policía, que Miguel los había denunciado por ese allanamiento ilegal, que lo hostigaban, que lo habían seguido.

–¿Cómo la acompañaron los amigos de Miguel?

–El rol más importante fue el de los compañeros de Miguel, los estudiantes de periodismo. Nosotros somos una familia común, que no teníamos militancia política y siempre nos preguntamos qué hubiera pasado si los amigos de Miguel no lo hubieran querido tanto.

También el periodismo jugó un rol clave: dos compañeros de facultad de Miguel publicaron la desaparición, y apuntaron a la policía en el diario Página/12.

Con el tiempo, empezaron a llegar los anónimos a la casa de los Bru y Rosa. Uno de ellos era de Celia Jiménez, hermana de Horacio Suazo, un detenido que había visto cómo torturaban a Miguel. “A tu hijo no lo querían matar, pero se les fue de palos. Ahora puedo contarlo porque mataron a mi hermano”, reveló Jiménez. Como Suazo, Mauro Martínez, testigo clave en el juicio, murió baleado por la policía y su crimen aún se investiga.


DESAPARECIDO. Miguel fue víctima de una Policía y una Justicia cómplice que funcionaba en democracia como en la dictadura. El primer juez en investigar el caso fue Amilcar Vara. A los dos años fue denunciado por la comisión por la aparición de Miguel Bru y separado de la causa. En 1996 fue destituido en un Jury, por irregularidades en 27 causas en las que estaba involucrados policías.

La investigación siguió a cargo del juez Ricardo Selagowski y en mayo de 1999 llegó el juicio. El testimonio de los detenidos que habían estado esa noche en la comisaría fueron clave. También el libro donde de guardia, donde el nombre de Miguel había sido borrado.

Los policías Justo José López y Walter Abrigo fueron condenados a prisión perpetua. El comisario Luis Ojeda y el suboficial Ramón Ceressetto (que fraguó el libro de guardia) fueron condenados a dos años de prisión de cumplimiento efectivo.

“Abrigo murió preso. López está en Sierra Chica. Ceressetto y Ojeda están libres. Sólo cumplieron con la sociedad. Pero sabían lo que pasaba en la comisaría. Nadie puede ignorar lo que pasaba ahí. Los que estuvieron sabían lo que pasaba. Nosotros denunciamos también al subcomisario Carmelo Forte, al oficial Ernesto Carrizo y los suboficiales Omar Visiconte y Julio Gómez Sánchez hijo. Pero eso quedó en la nada porque la fiscal entendió que no había vinculación. Todos siguieron prestando servicio, ascendieron, y nosotros hace 16 años que nos hacemos la misma pregunta: ¿Dónde está Miguel?”, dijo Rosa.


LA EXPERIENCIA. “Cuando todo esto empezó desconocía todo”, cuenta Rosa Bru que hoy está al frente de la Asociación Miguel Bru (ver aparte), que patrocina a los familiares de Daniel Migone, Maximiliano Días Subils, Darián Barzabal y Cristian Domínguez, asesinados por la policía en La Plata y Berisso. También otros casos de Isla Maciel y Lomas de Zamora.

–Con todos estos años de experiencia a cuestas ¿Cómo ve hoy la situación?

–Es diferente ahora a que cuando desapareció Miguel. Por ejemplo está el caso de Luciano Arruga (desaparecido en Lomas del Mirador). Es diferente porque la sociedad está pidiendo más seguridad. Cuando pasó lo de Arruga había pasado lo del florista de Susana Giménez. Cuando los familiares fueron a escarchar la comisaría ningún medio tomó la noticia.

–¿Lo que pasaba cuando toda su búsqueda empezó sigue ocurriendo?

–Hoy sigue pasando. Siguen secuestrando, habiendo robos en los que está involucrada la policía, y eso ahora no se dice.

–¿Cómo es hacer lo que hace la Asociación hoy?

–Por ahí te sentís, como los otros organismos de Derechos Humanos, que remás contra la corriente: cuando todos piden mano dura o bajar la imputabilidad, vos decís que hay que rescatar a los chicos y darle un plato de comida. Si creemos que un chico de 14 ó 15 ya no sirve, estamos muy mal. Son pibes que están en situación muy vulnerable. Hay que preguntarnos por qué los chicos se van de la casa, pero es más fácil pedir bajar la imputabilidad que hacernos cargo de que estamos fallando.

–¿Cambió la sociedad?

–Creo que antes había más reparo. Hoy algunos dicen: “hay que matarlos a todos”. No entiendo. Los chicos son una generación ¿Quieren hacer como la dictadura? No entiendo. Creo que el Estado está medio ausente. Necesitamos hacer algo que hoy quizá no se vea, porque es un cambio a futuro.


Un camino doloroso

Opinión de Jorge Jaunarena*

Miguel tenía 23 años, estudiaba periodismo en la Universidad de la Plata, apasionado de los animales y amante de la libertad, le gustaba mucho la música, tocar con su banda de rock, hacer amigos, ir a ver a Boca, jugar a la pelota, ir a las marchas, algunas materias de la facu, almorzar los domingos en familia...

Desde su desaparición, aquel 17 de agosto de 1993, sus familiares, amigos y compañeros comenzamos una lucha que sigue vigente hasta hoy. Este largo, difícil y doloroso camino, que es la búsqueda de verdad y justicia, fue recorrido con el apoyo incondicional de toda la comunidad universitaria, familiares de otras victimas, amigas y amigos. En este marco, en el año 2002 se creó la Asociación Miguel Bru, que desde su inicio y hasta la hoy trabaja en la continua defensa de los derechos humanos de las personas.

Luego de muchísimas marchas realizadas en reclamo de justicia, se sigue acompañando la causa, combatiendo el gatillo fácil y el encubrimiento policial y judicial. Luego de más de 50 rastrillajes o búsquedas con resultado negativo seguimos preguntando donde está y continuamos exigiendo una respuesta. En palabras de su mamá Rosa:"tener un lugar donde poder llevarle flores".

Hoy después de 16 años, el cuerpo de Miguel sigue sin aparecer. Continuamos exigiendo la aparición de nuestro compañero, torturado, asesinado y desparecido por personal de la Comisaría 9na de La Plata, además reclamamos el procesamiento penal del ex juez Amílcar Vara, destituido en un jury político en 1996 en el cual se le comprobó que encubrió a policías asesinos en 26 causas distintas, y también la investigación a los policías que estuvieron presentes en la Comisaría 9na. la noche del crimen.

Los invitamos a participar de la vigilia que realizará la Asociación Miguel Bru frente a la Comisaría Novena, conmemoración simbólica que se realiza todos los años para reclamar la aparición del cuerpo del estudiante de periodismo, preguntando: ¿Dónde Está Miguel? Y exigiendo: Juicio y castigo a todos los responsables.

*Compañero de facultad de Miguel