domingo, 9 de agosto de 2009

Ronnie Biggs, el cerebro del “robo del siglo”

Con su banda asaltó un tren y huyó con más de U$S 65 millones. Hoy espera el final


Rápido, certero y millonario. Esas tres cualidades reunió el asalto al tren postal que llevaba dinero bancario de Londres a Glasgow, en Gran Bretaña. Hace exactamente 46 años, el 8 de agosto de 1963, 15 hombres detuvieron el convoy, desengancharon la locomotora y se llevaron 120 bolsas con 2.631.784 libras esterlinas, el equivalente actual a 67,5 millones de dólares. Casi toda la banda cayó en poco tiempo, entre ellos, Ronald "Ronnie" Biggs, el "cerebro" del plan. Pero ese robo fue sólo el inicio de su leyenda: se fugó de la cárcel saltando desde un paredón hacia un camión. Vivió prófugo. Se cambió la cara con cirugía estética y vivió en Brasil hasta sus 72 años, cuando, gravemente enfermo, se entregó y fue encerrado en Inglaterra. El viernes, el gobierno británico lo indultó porque está al borde de la muerte (ver aparte). Ayer, en su cumpleaños número 80, Biggs no pudo cumplir su último deseo: "Entrar en un pub de Margate, como un inglés, y pedir una pinta".

EL ROBO DEL SIGLO. Eran las 0.10 del 8 de agosto de 1963. Un camión y una camioneta cargada con 15 hombres vestidos como militares salían de la granja de Leatherslade. Manejaron en silencio durante una hora, hasta alcanzar el puente de Bridego, a 65 kilómetros de Londres. Allí esperarían el tren postal de Londres. No llevaban armas. Eran ladrones, pero pacifistas.
Ronald Arthur Biggs estaba al mando de la banda. Esa noche de verano inglés estaba a punto de dar el golpe que había soñado desde 1949, cuando en la cárcel de Lewes, en Sussex -donde estaba encerrado por intentar robar un comercio y desertar del ejército-, un ex empleado del correo con el que compartía la celda le contó que los bancos transportaban su dinero en trenes que no tenían vigilancia. Habían pasado 14 años de esa charla. Al quedar libre, Biggs se mudó a Surrey, se casó y puso una carpintería. El sueño del gran golpe y la carrera del ladrón parecían haber quedado sepultados. Pero cuando nació su hijo Ronnie viajó a Londres para darle la noticia a su padre, y en el camino se cruzó con Bruce Reynolds, un ex preso que conocía de la cárcel de Wormmwood Scrubb. Compartieron unas cervezas y recordaron que los unía un sueño: robar el tren de la capital británica. Tres años más tarde Reynolds le ofreció a su amigo dirigir el golpe, para el que ya había reclutado a tres ex presos: Buster Edwards, Jim White y Roger Cordrey. La cabeza de la banda estaba formada. Luego buscaron más hombres y Gordon Goody los ubicó en la granja de Leatherslade, cerca del objetivo.

EL TREN. Como el 5 de agosto había sido feriado bancario, el vagón postal saldría de Glasgow, Escocia, lleno de dinero. Poco antes de partir hacia el punto de encuentro sobre el puente, un informante de Glasgow telefoneó a Goody y avisó: "El tren salió de Escocia con más de 100 bolsas". El tren cumplió con la puntualidad inglesa. A las 3.15 Roger Cordrey vio el tren desde su puesto en el semáforo ferroviario y avisó por handy: "Ya viene. Buena suerte", tapó la luz verde y activó la roja con una batería de auto. La formación frenó de golpe y se detuvo sobre la señal. Cuando el fogonero bajó a inspeccionar la señal, Tom Wisbey y Robert Welch lo maniataron. Charles Wilson subió a la locomotora y golpeó al maquinista. El tren ya estaba tomado. Buster Edwards y Roy James desengancharon la locomotora y el vagón del dinero y obligaron al maquinista a manejar hasta el puente Bridego. Habían demorado sólo 10 minutos. En el puente cargaron las 120 bolsas en el camión. En la habitación principal de la granja los hombres contaron el dinero: habían robado 2.631.784 libras esterlinas, en billetes chicos, el equivalente a 67.500.000 dólares. Habían cometido el mayor golpe de la historia.


LA CÁRCEL
. Tras el robo, los banqueros y la Realeza estallaron de furia. La
Policía prometió capturarlos y ofreció una fuerte recompensa para quien los delatara. Por día, Scotland Yard recibía 3.500 delaciones. Pero una no fue falsa, y en pocas semanas la banda fue cayendo. Y Biggs con ellos. La clave para detenerlos fueron las huellas halladas en un juego de Monopoly que habían olvidado en Letherslade. Unos meses más tarde, los 15 hombres fueron condenados a 18 y 30 años y arrojados a la cárcel. El dinero nunca apareció. Ninguno de los miembros de la banda rompió el pacto.

LA LEYENDA
. Lo que hizo a Ronnie Biggs legendario fue lo que ocurrió después: no estaba dispuesto a pasar la vida en prisión y tras permanecer 15 meses preso, escapó.
En julio de 1965, Ronnie sorteó algunos controles de la cárcel de Wandsworth y alcanzó una ventana, la rompió y se arrojó al vacío. Todos creyeron que se había suicidado, pero tenía todo planeado: abajo lo esperaba un camión sin techo, con una pila de colchones que amortiguaron la caída. Allí empezó su peregrinaje de prófugo: huyó a Francia, donde se hizo una cirugía estética y consiguió documentos falsos. Estuvo en Australia, y se cree que cruzó el océano Pacífico hacia Chile, pasó por Bolivia y creen que también por la Argentina. Terminó en Brasil, donde se juntó con una bailarina, tuvo un hijo y vivió hasta 2001. Las leyes brasileñas le dieron impunidad, porque impiden la extradición del padre de un niño nacido en ese país. Para mantenerse, hizo publicidad para una marca de alarmas, cantó para el grupo punk Sex Pistols en la canción No One Is Innocent (Nadie es inocente) y para los alemanes Die Toten Hosen. Derrotado por la enfermedad, Biggs volvió al Reino Unido. Hacía frío la mañana del 7 de junio de 2001, cuando el jefe de crímenes de Scotland Yard subió al avión que acababa de aterrizar y preguntó a un hombre escuálido: "¿Es usted Ronald Arthur Biggs?" Sin poder levantarse del asiento ni hablar, Biggs dijo sí con un movimiento de cabeza. Habían pasado 38 años del asalto al tren postal Glasgow-Londres y volvía a morir a su país.

A los 80 años y al borde de la muerte,
recuperó la libertad por “compasión”


Dos días antes del cumpleaños de Ronald "Ronnie" Biggs, el ministro británico de Justicia, Jack Straw, le concedió el jueves la libertad, por motivos de compasión por el precario estado de salud del detenido, que ayer cumplió 80 años. "Las pruebas médicas claramente muestran que el señor Biggs está muy enfermo y que su estado se ha deteriorado recientemente, lo que ha culminado en su reinternación en el hospital. No se espera que mejore su estado", explicó Straw. Y concluyó: "Por ese motivo, le concedo al señor Biggs una libertad compasiva basada en razones médicas". El 28 de julio pasado Biggs fue internado con una neumonía severa en un hospital cercano a la prisión de Norwich, en el este de Inglaterra, donde estaba alojado, y los médicos lo creen al borde de la muerte. El pasado 1 de julio, Straw le había negado la libertad porque no se arrepentía del robo, pero esta semana se apiadó del ladrón. Biggs quedó en libertad el viernes. El hijo del delincuente, Michael Biggs, celebró la decisión y dijo que esperaba que su padre "sobreviva lo suficiente para ver sus 80 años el sábado (por ayer)". El abogado de Biggs, Giovanni Di Stefano, dijo que su liberación no es una victoria. "Este hombre está enfermo, va a morir. No irá a ningún pub ni a Río, se quedará en el hospital". La explicación del cambio de opinión del Gobierno es clara para él: "Lo liberan porque se muere".

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