Con su banda asaltó un tren y huyó con más de U$S 65 millones. Hoy espera el final

EL ROBO DEL SIGLO. Eran las 0.10 del 8 de agosto de 1963. Un camión y una camioneta cargada con 15 hombres vestidos como militares salían de la granja de Leatherslade. Manejaron en silencio durante una hora, hasta alcanzar el puente de Bridego, a 65 kilómetros de Londres. Allí esperarían el tren postal de Londres. No llevaban armas. Eran ladrones, pero pacifistas. Ronald Arthur Biggs estaba al mando de la banda. Esa noche de verano inglés estaba a punto de dar el golpe que había soñado desde 1949, cuando en la cárcel de Lewes, en Sussex -donde estaba encerrado por intentar robar un comercio y desertar del ejército-, un ex empleado del correo con el que compartía la celda le contó que los bancos transportaban su dinero en trenes que no tenían vigilancia. Habían pasado 14 años de esa charla. Al quedar libre, Biggs se mudó a Surrey, se casó y puso una carpintería. El sueño del gran golpe y la carrera del ladrón parecían haber quedado sepultados. Pero cuando nació su hijo Ronnie viajó a Londres para darle la noticia a su padre, y en el camino se cruzó con Bruce Reynolds, un ex preso que conocía de la cárcel de Wormmwood Scrubb. Compartieron unas cervezas y recordaron que los unía un sueño: robar el tren de la capital británica. Tres años más tarde Reynolds le ofreció a su amigo dirigir el golpe, para el que ya había reclutado a tres ex presos: Buster Edwards, Jim White y Roger Cordrey. La cabeza de la banda estaba formada. Luego buscaron más hombres y Gordon Goody los ubicó en la granja de Leatherslade, cerca del objetivo.
EL TREN. Como el 5 de agosto había sido feriado bancario, el vagón postal saldría de Glasgow, Escocia, lleno de dinero. Poco antes de partir hacia el punto de encuentro sobre el puente, un informante de Glasgow telefoneó a Goody y avisó: "El tren salió de Escocia con más de 100 bolsas". El tren cumplió con la puntualidad inglesa. A las 3.15 Roger Cordrey vio el tren desde su puesto en el semáforo ferroviario y avisó por handy: "Ya viene. Buena suerte", tapó la luz verde y activó la roja con una batería de auto. La formación frenó de golpe y se detuvo sobre la señal. Cuando el fogonero bajó a inspeccionar la señal, Tom Wisbey y Robert Welch lo maniataron. Charles Wilson subió a la locomotora y golpeó al maquinista. El tren ya estaba tomado. Buster Edwards y Roy James desengancharon la locomotora y el vagón del dinero y obligaron al maquinista a manejar hasta el puente Bridego. Habían demorado sólo 10 minutos. En el puente cargaron las 120 bolsas en el camión. En la habitación principal de la granja los hombres contaron el dinero: habían robado 2.631.784 libras esterlinas, en billetes chicos, el equivalente a 67.500.000 dólares. Habían cometido el mayor golpe de la historia.
LA CÁRCEL. Tras el robo, los banqueros y la Realeza estallaron de furia. La

LA LEYENDA. Lo que hizo a Ronnie Biggs legendario fue lo que ocurrió después: no estaba dispuesto a pasar la vida en prisión y tras permanecer 15 meses preso, escapó. En julio de 1965, Ronnie sorteó algunos controles de la cárcel de Wandsworth y alcanzó una ventana, la rompió y se arrojó al vacío. Todos creyeron que se había suicidado, pero tenía todo planeado: abajo lo esperaba un camión sin techo, con una pila de colchones que amortiguaron la caída. Allí empezó su peregrinaje de prófugo: huyó a Francia, donde se hizo una cirugía estética y consiguió documentos falsos. Estuvo en Australia, y se cree que cruzó el océano Pacífico hacia Chile, pasó por Bolivia y creen que también por la Argentina. Terminó en Brasil, donde se juntó con una bailarina, tuvo un hijo y vivió hasta 2001. Las leyes brasileñas le dieron impunidad, porque impiden la extradición del padre de un niño nacido en ese país. Para mantenerse, hizo publicidad para una marca de alarmas, cantó para el grupo punk Sex Pistols en la canción No One Is Innocent (Nadie es inocente) y para los alemanes Die Toten Hosen. Derrotado por la enfermedad, Biggs volvió al Reino Unido. Hacía frío la mañana del 7 de junio de 2001, cuando el jefe de crímenes de Scotland Yard subió al avión que acababa de aterrizar y preguntó a un hombre escuálido: "¿Es usted Ronald Arthur Biggs?" Sin poder levantarse del asiento ni hablar, Biggs dijo sí con un movimiento de cabeza. Habían pasado 38 años del asalto al tren postal Glasgow-Londres y volvía a morir a su país.
A los 80 años y al borde de la muerte,
recuperó la libertad por “compasión”
recuperó la libertad por “compasión”

No hay comentarios:
Publicar un comentario